
«Terror Consumista» de Noviembre Nocturno
*Imágenes del post: por Laurie Lipton
Si en algún momento de sus tortuosas vidas se han sentido invadidos por un malsano instinto de consumir implacablemente todos aquellos fetiches que la propaganda sistemática ha implantado en nuestros delicados cerebros, si su voluntad de compradores compulsivos les induce a abalanzarse sobre los tempranos escaparates navideños, si no pueden dejar de rebajarse en las rebajas, haciendo colas de tres horas para adquirir ropa interior de Bob Esponja, o si se han comprado el Iphone 15 a pesar de tener los 14 anteriores… no lo duden, escuchen nuestro programa de esta noche y comprueben con pavor y asombro como nos hemos dejado conducir a los oscuros pozos de la ambición y el derroche, de la mano del terror consumista.
Obsolescencia programada, publicidad engañosa, revoluciones imposibles y otros asuntos más o menos escabrosos, componen nuestra blasfemia de esta noche.
Para el desarrollo de este audio se han utilizado por orden de aparción:
-Instrucciones para dar cuerda al reloj de Julio Cortázar.
-Un fragmento de la obra de Frédéric Beigbeder «13,99»
-Cortes de la película de David Fincher, El Club de la Lucha.
Mención especial merece la pieza musical de Roger Subirana Pyraminx.
Soy publicista: eso es, contamino el universo. Soy el tío que os vende mierda. Que os hace soñar con esas cosas que nunca tendréis. Cielo eternamente azul, tías que nunca son feas, una felicidad perfecta, retocada con el Photoshop. Imágenes relamidas, músicas pegadizas. Cuando, a fuerza de ahorrar, logréis comprar el coche de vuestros sueños, el que lancé en mi última campaña, yo ya habré conseguido que esté pasado de moda. Os llevo tres temporadas de ventaja, y siempre me las apaño para que os sintáis frustrados. El Glamour es el país al que nunca se consigue llegar. Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo es que nunca lo es durante mucho tiempo. Siempre hay una nueva novedad para lograr que la anterior envejezca. Hacer que se os caiga la baba, ése es mi sacerdocio. En mi profesión, nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume. Vuestro sufrimiento estimula el comercio. En nuestra jerga, lo hemos bautizado «la depresión poscompra». Necesitáis urgentemente un producto pero, inmediatamente después de haberlo adquirido, necesitáis otro. El hedonismo no es una forma de humanismo: es un simple flujo de caja. ¿Su lema? «Gasto, luego existo.» Para crear necesidades, sin embargo, resulta imprescindible fomentar la envidia, el dolor, la insaciabilidad: éstas son nuestras armas. Y vosotros sois mi blanco.
(…) Dondequiera que miréis reina mi publicidad. Os prohíbo que os aburráis. Os impido pensar. El terrorismo de la novedad me sirve para vender vacío. Preguntad a cualquier surfista: para mantenerse en pie resulta indispensable tener un espacio vacío debajo. Hacer surf consiste en deslizarse sobre un enorme agujero (los adictos a Internet lo saben tan bien como los campeones de surf de Lacanau). Yo decreto lo que es Auténtico, lo que es Hermoso, lo que está Bien. Elijo a las modelos que, dentro de seis meses, os la pondrán dura. A fuerza de verlas retratadas, las bautizáis como top-models; mis jovencitas traumatizarán a cualquier mujer que tenga más de catorce años. Idolatráis lo que yo elijo. Este invierno se llevará los senos más altos que los hombros y el chochito rasurado. Cuanto más juego con vuestro subconsciente, más me obedecéis. Si canto las excelencias de un yogur en las paredes de vuestra ciudad, os garantizo que acabaréis comprándolo. Creéis que gozáis de libre albedrío, pero el día menos pensado reconoceréis mi producto en la sección de un supermercado; y lo compraréis, así, sólo para probarlo, creedme, conozco mi trabajo.
¿No resulta espantoso comprobar hasta qué punto todo el mundo parece considerar normal esta situación? Me dais asco, insignificantes esclavos sometidos a mis más mínimos caprichos. ¿Por qué habéis permitido que me convierta en el Rey del Mundo? Me gustaría resolver este misterio: averiguar de qué modo, en el punto más álgido de una época cínica, la publicidad fue coronada Emperatriz. En dos mil años, nunca un cretino irresponsable como yo había logrado ser tan poderoso.
Frederic Beigbeder, «13,99 Euros»