Diario de Viaje de Menandro, Día 5, Mañana:
Aún es mediodía, pero necesito contar esto, o al menos escribirlo. Empecemos por el principio:
Sigo en el lago Cefisio, en la orilla entre Alíartos y Lebanea. Ayer me forcé tanto que hoy tenía los pies llenos de ampollas. Apenas podía caminar. Decidí acercarme a la orilla y remojarlos a ver si así me aliviaba. Se ve que la gente de la zona aprovecha como el lago se deseca en verano para cultivar, ya es tarde para la siembra y aun así toda la tierra alrededor del agua está aún siendo labrada. Aunque hoy no, lleva lloviendo toda la mañana y, aunque no es una lluvia especialmente fuerte y hace calor, parece que la gente no se encontraba por la labor.
Así pues me acerqué a la orilla a solas, cojeando, me senté sobre una roca que asomaba en el agua, puse los pies a remojo mientras me remendaba como podía y entonces la vi: Una ninfa, una náyade. Tenía el aspecto, la belleza y la vivacidad de una joven en edad de convertirse en mujer, su pelo era del color del mar, su piel era tan pálida como la nieve y su desnudez era lo más cautivador que jamás hayan visto mis ojos.
En realidad, no la vi directamente, primero la oí. Se encontraba en una roca que asomaba en mitad del lago, aunando su hermoso canto con el de las ranas en una sinfonía tal que estoy seguro de que ni en la misma Atenas llegará algún día a entonarse algo tan glorioso. Cuando se dio cuenta de mi presencia, juraría que alertada nada menos que por otro batracio, se lanzó de nuevo a las aguas y su rastro pareció desaparecer entre las gotas de lluvia.
Quede embobado durante largo rato observando al agua caer sobre la superficie del lago y oyendo aun a las ranas cantar en la lejanía, aunque la calidad de su melodía hubiera decaído tanto que uno jamás se imaginaría que pudiera haber formado parte de la maravilla anterior. Cuando volví a ser consciente del tiempo, traté de andar, pero el dolor se impuso y tuve que volver a concentrarme en mis pies.
Entonces la volví a oír, a mi espalda. "Es la primera vez que contemplo a alguien tocado por los dioses" dijo con una voz que no soy capaz de describir. Me volví y allí estaba, en todo su esplendor, observándome, oculta entre la espadaña. Se me acercó. En mi estupor, no fui capaz de articular palabra y ella no parecía querer hacerlo. Caminó hasta la roca en la que me encontraba y se sentó al lado, con el agua cubriéndole hasta los senos. Agarró mis pies con sus manos y al gentil y húmedo tacto, mis heridas sanaron por gracia divina. Me sonrió una última vez y se lanzó a las aguas. En un último momento, antes de que su rastro volviera a desaparecer bajo la lluvia, grité preguntando su nombre, y pareció que el lago mismo contestaba con esa luminosa voz la respuesta: Dorothea.
Sé que suena como un sueño febril, yo mismo nunca me lo hubiera creído, "tales seres no existen sino en las historias". Pero mis pies me prueban lo contrario. No tengo más remedio sino que creer lo que acaban de ver mis ojos y escuchado mis oídos. Las ninfas existen, doy fe de ello.
Prometo que en adelante honraré a los dioses mucho más si cabe. Y juro que desde luego no los decepcionaré en la misión que me han encomendado. Que quede aquí plasmado mi juramento, lo cumpliré como que le llamo Menandro.
Mi querido General Daifo de Ítaca;
Según han llegado a mis oidos su mujer está en cinta. En primer lugar dar la enhorabuena por quinta vez a su familia, la cual es cada día más grande y dichosa. Se que no ha oido mucho de mí, no soy más que el sacerdote de Poseidón de la cercana ciudad de Crimea, pero antetodo lo que quiero es que me considere un amigo cercano. Se preguntará seguramente el motivo de esta carta. Una amiga de ambos me hablo de usted, Lya. Una muchacha muy docil y bella. No entro en muchos detalles pero me insinuó que la noche que pasarón juntos fue inolvidable para ambos. No piense mal amigo mio, yo estoy aquí para ayudaros. Lo mejor será que vaya al grano.
Tengo entendido que en los anteriores partos de su mujer, no tuvo la suerte de que salieran varones. Y también he oido que a todos los sabios y eruditos a los que ha visitado han pronosticado una nueva hembra en su familia. Entiendo su actual preocupación, el no tener un heredero alguno que lleve el nombre de su casa es alarmante, y más sabiendo que no es un ciudadano cualquiera. Pero le diré que no debe de preocuparse más por ese motivo. Para demostrar mi buena fé con vos, yo mismo voy a inteceder personalemente con los Dioses para que nazca ese heredero que esta esperando.
De momento no debe de recompensarme este favor personal, pero a continuación le daré un lista de 7 personas que son enemigos de Ítaca y por lo tanto nuestros. Pienso que no estaría de más que sus hombres hicieran una pequeña batida y buscarán a cada uno de ellos. A poder ser acabar con sus vidas, puesto que un gran pesar caera en la preciada casa de Odiseo, si ellos dan a parar allí.
Atentamente su amigo Erecar, Sumo sacerdote de Poseidón.
Enemigos: Menandro, Arcén, Euddocia, Alcmena, Hylas.
PD: Su determinación es vital, no falle.
¡Un saludo a todos y CHAO CHAO!
Amado Zoticus
He llegado a Corinto. Esta ciudad supura prosperidad. La mezcla de gentes y el ajetreo continuo resulta mareante.
Apenas he podido comprobar todo lo que ofrece, tal vez podamos visitarla juntos cuando esto acabe, creo que podría gustarte.
No cuento con demasiado tiempo. Tras recibir repetidas negativas de marinos y comerciantes, he encontrado un nutrido grupo de fornidos hombres que van de regreso a Ítaca. Han ofrecido llevarme hasta el puerto de Cirra a cambio de unos pocos Dracmas. Navegan en un viejo trirreme, no me da buena espina pero es lo único que he podido conseguir y el tiempo apremia, doy gracias a los dioses por ello.
Han pasado cosas Zoticus, que requieren del tiempo necesario para ser explicadas. En aquel extraño bosque las revelaciones fueron más allá de toda comprensión. Allí conocí un miedo que me resulta imposible describir...aun lo arrastro, el recuerdo me hace temblar.
Pero esa mi amor, es una historia para otra ocasión.
Mi embarcación esta lista para partir, debo irme. Con suerte pronto estaré en Delfos.
Imploro a Poseidón que vele por mi en la travesía.
Hasta pronto.
Tu Gorgona
Diario de viaje, de Arcén día 3.
durante la noche después de entrar a la posada mis acompañantes bebieron mucho vino y se fueron a dormir, acordamos partir mañana, pero durante la madrugada del tercer día, mientras me encontraba alerta por lo que ya sabia de mis acompañantes, así que, deje la puerta de mi habitación sin seguro acomode las sabanas de la cama de forma que pareciera que había alguien durmiendo, me mantuve parado alado de la puerta mientras empuñaba mi xifos, durante las primeras horas de la madrugada entro una persona abrió cuidadosamente la puerta suponiendo que yo que me encontraba profundamente dormido, abrió la puerta la cual quedo frente a mi, con cuidado me moví de modo que la puerta me cubriera y escuche como entraba esa persona a la habitación, para inmediatamente después lanzarse sobre la cama empuñando una daga afilada y propinar varias estocadas con saña para ultimar a quien quiera que él pensara que estuviera durmiendo en la cama.
se llevo una sorpresa enorme cuando me aproxime a el por detrás y lo desarme, arrojándolo al suelo con un movimiento hábil de desarme, una vez incapacitado y desarmado, le puse el filo de mi xifos en el cuello y le pregunte si estaba listo para morir a menos que me dijera quien lo había mandado y porque me quería muerto, se negó a hablar en un principió, supuse que no hablaría a menos que tomara enserio la amenaza que soy, así que para dejárselo claro le rompí dedos de su mano derecha con el mango de mi espada, para después poner nuevamente el filo de mi xifos en su cuello y decirle que si valía la pena morir por algunos dracmas, el dolor en su cara era visible, se tomo unos minutos para pensar su situación aceptor hablar, a cambio de que no lo matara, me dijo que lo había enviado un jefe de mercenarios de ALIARTOS, lo único que él dijo saber de su empleador era que el jefe mercenario que lo contrato se se llamaba Bemus, el regularmente trabajaba por encargos de jefes militares que necesitaban a sus enemigos muertos, pero trabajaba con un jefe militar regularmente Daifo de Ítaca, no se quien carajo es Daifo pero si me quiere muerto entonces es mi enemigo, por lo tanto después de que me diera esta información, le propine un fuerte golpe en la cara al asesino, lo deje inconsciente, lo ate y vende las fracturas de su mano, espere al amanecer para informarle lo acontecido a mis acompañantes, no daban crédito a lo que escucharon, hasta que vieron al asesino, atado, me autorizaron a subirlo a la carreta, el nos iba a ayudar a identificar a Bemus, tengo una charla pendiente con el, la mañana del tercer día estuvo relativamente tranquila, el asesino me dijo que acordó con Bemus encontrarse a las afueras de ALIARTOS en el camino que conduce a lebadea, para confirmar mi muerte, le dije entonces al asesino que me iba a ayudar a tenderle una trampa a Bemus si quería mantenerse con vida y ganar su libertad, acepto de buena gana porque no tenia mas alternativas, antes de terminar la mañana le avise a mis acompañantes que compraría un robusto hoplon o quizá un pelta, para mejorar mi defensa en un combate, una vez iniciada la tarde tomamos el camino que lleva a lebadea, baje de la carreta al hombre que trato de asesinarme, lo desate y le deje claro el plan, para emboscar a Bemus.
le pedí a los comerciantes, que esperaran al inicio del camino mientras yo me adelantaba con el asesino, iría encapuchado para no revelar mi identidad caminando junto a él, caminamos a paso veloz por 20 minutos, encontramos a Bemus junto a 2 hombres en un costado del camino, le dije al asesino que tuviera cuidado todo apuntaba a que en lugar de pagarle la suma acordada iban a matarlo, nos acercamos con cautela, quedamos parados frente a frente, el jefe mercenario le pregunto que si el trabajo estaba hecho, el asesino contesto que si, entonces le pregunto que quien lo acompañaba el dijo que era un amigo que le ayudo a eliminar al hoplita, entonces bemus dijo a sus hombres que nos mataran en lugar de darnos la recompensa, me levante la capucha e intercepte el primer tajo del hombre al lado derecho de Bemus con mi hoplon que tome de mi espalda rápidamente, cuando el filo de su espada choco contra mi escudo lo desvié y le cercene la garganta, el segundo hombre a su lado izquierdo lanzo un tajo pero el asesino lo esquivo rodando hacia al costado derecho, una vez muerto el primer hombre inicie el combate con el segundo, el segundo me lanzo un tajo en diagonal desde arriba hacia abajo, lo intercepte con la hoja de mi xifos, inmediatamente después le aseste un golpe con fuerza en la nariz con el borde mi hoplon, quedo inconsciente mientras se ahogaba con su propia sangre le apuñale el corazón para que muriera rápido, el jefe mercenario quedo aterrorizado, con su espada desenvainada pero sus ojos estaban llenos de miedo, así que le pregunte porque me quería muerto balbuceo algo sobre Daifo y un sumo sacerdote de Poseidón.
a ese hombre le tomo instantes recuperar el valor de combatir, blandió su espada y cargo hacia mi, sabiendo que no perdonaría su vida, pues el era mi enemigo, lanzo un corte alto que se impacto contra mi hoplon, antes de poder contratacarlo se impulso hacia atrás para alejarse, cargue entonces contra el con un corte en diagonal que intercepto con su hoja, entonces levante mi hoplon para golpearlo en la cara pero agarro mi escudo con su mano para evitarlo, cuando estuvimos en un punto muerto por unos instantes, le propínate una patada en el estomago logre doblarlo del dolor, con un golpe fuerte de mi hoplon en su mano derecha lo desarme, cuando logro reincorporarse me dijo con una determinación palpable que no hablaría así que lo ejecute con una punzada al corazón, se desplomo al suelo muriendo al instante, antes de poder relajarme me voltee y vi al hombre que intento asesinarme, solamente me pidió que respetara nuestro acuerdo, a lo que le confirme que gano su libertad y que era libre de irse si así lo quería.
Me dijo entonces su nombre Cyril, también menciono que no había visto a un guerrero batirse en combate de manera tan fiera y despiadada, me dijo que lamentaba haber querido matarme y que yo había salvado su vida porque Bemus iba a matarlo en lugar de pagarle, así que el creía tener un deuda conmigo, así que se ofreció a acompañarme en mi viaje hasta que pueda pagar su deuda o que yo lo libere por esa deuda, entonces permití que me acompañe, porque estoy convencido de que me espera un camino largo y complicado, entonces volvimos con los comerciantes, les informe de lo que ocurrido así que continuamos por el camino, hacia lebadea, caminamos por el resto de la tarde y decidimos descansar cuando comenzó a caer la tarde y se oscureció, le dije a cyril que se mantuviera alerta de los comerciantes, procedí a contarle lo de mi sueño, la búsqueda del designio de los dioses y que posiblemente mis acompañantes estén buscando a una persona designada por un sumo acolito que ahora entiendo que se trata de un sumo sacerdote de Poseidón, le pedí entonces que se mantuviera espiando a los comerciantes y me dijera si hablaban de algo importante, acepto la tarea, entonces yo me dispuse a dormir porque me encontraba exhausto, confiare en las habilidades de Cyril, mañana continuaremos nuestro camino a lebadea.
Parte de la Narración en un barco camino de Cefalonia.
"...El viento soplaba con fuerza, que recogido por las velas, propulsaba la nave a buen ritmo por el estrecho. Resultaba un propicio escenario para el propósito de la valerosa Eudocia.
Desde la proa podía versa ya el puerto de Cirra. El monumental parnaso asomaba en la lejanía.
Un suspiro salió de la guerrera...de alivio, de pena... había pasado por mucho a través del Peloponeso para llegar a ese momento, la esperanza cobraba fuerza de nuevo.
Un sutil cambio en el ambiente, crujidos en la madera...
...la amenaza se acercaba sigilosa.
El metal cortó el aire precipitándose al cuello, todo podría acabar con un inesperado golpe.
Prevenida, logro esquivar la estocada. El intento apenas alcanzó un mechón de pelo. Antes de que el rizo tocara el suelo la rápida espada de Eudocia había atravesado el estómago de aquel hombre de Ítaca, el espectáculo era grotesco.
La luz menguaba. Las nubes negras que se cernían sobre sus cabezas brotaron. Los truenos eran ensordecedores, la lluvia inoportuna...mal augurio.
Quedaban cinco.
Dos atacaron juntos. Sus movimientos eran certeros, aquellos hombres de Ítaca eran más de lo que parecían. Eudocia poseía una gran destreza en el combate y desviaba los ataques de uno y otro sin perder la posición.
Durante largo rato estuvieron compartiendo golpes. El barco era angosto y no permitía demasiadas florituras , aun así era un espectáculo digno de contemplar.
Un espacio fortuito entre los ataques acompasados de aquellos hombres permito a Eudocia detener la acción por un segundo. Centró su atención en uno de ellos. Tras el choque de espadas, arrastro su filo por el arma enemiga hasta la base, rebanando la mano que la sujetaba.
Entre alaridos de dolor el hombre se perdió en el mar.
El segundo, sorprendido por lo ocurrido lanzo el ataque con rabia. A Eudocia no le resultó difícil convertir en dos lo que antes era uno...torso y piernas llevaron caminos distintos. Menuda carnicería.
Quedaban tres.
La nave sufría fuertes sacudidas, el mar golpeaba enfurecido.
Los truenos continuaban con su música y la lluvia crecía en intensidad...era desolador...
... Poseidon no parecía estar de su lado.
La tensión del momento habría hecho temblar al más experimentado de los marinos, pero Eudocia permanecía impasible en la proa. Los Hombres de Ítaca que restaban la observaban desde el otro extremo de barco. Las posibilidades de lograr acabar una trabajo que pareció sencillo en inicio descendían. Se miraron unos a otros buscando coraje, al unísono gritaron "¡Ítaca!", mientras se golpeaban el pecho con fuerza.
Un crujido resonó en el ajado barco. La brisa había tornado en tempestad , el mástil no soportó las embestidas del viento y cayó arrojando a unos de los hombres por la borda. Al fin un golpe de suerte.
Quedaban dos
El más grande de ellos por fin decidió entrar a escena. Su tamaño era descomunal, se alzaba varias cabezas por encima de Eudocia, casi parecía un gigante.
Cada golpe de aquel hombre caía con la fuerza de varios. Los ataques esquivados acababan en la madera dejando un socavón en a cubierta , astillas volaban en todas direcciones.
Ella retrocedía evitando la muerte, se estaba quedando sin espacio.
Pasó entonces al contraataque. La primera acometida que logro bloquear resulto ser la última para su arma. Su espada se hizo pedazos al primer impacto... el animal la tenía acorralaba y desarmada.
Aquel hombre era básico, lento y eudocia lo sabía. Aun podía aprovechar la ventaja que le brindaba la agilidad.
El gigante alzo su espada preparando el golpe de gracia. De un rápido paso lateral Eudocia logro esquivar el brutal ataque. El metal chillando paso rozándola. De la fuerza empleada la espada quedo atrapada en la vieja madera del barco.
Segundo golpe de suerte.
Aquel enorme hombre era fuerte , pero también estúpido y no cesaba su empeño de liberar el arma, lo que permitió a Eudocia escabullirse y ganar la posición.
Marco su objetivo en el punto medio entre las piernas, esa parte que hasta un dios se vería mermado y lanzo su pierna con toda la fuerza que pudo acumular.
El inenarrable dolor que sufrió le provoco el vómito mientras se retorcía emitiendo lloriqueos balbuceantes. Cayo sobre sus rodillas frente a ella. Comenzó entonces una sucesión de golpes desesperados sobre el rostro de aquel gigante de Ítaca.
Siguieron durante largo rato ante la mirada atónita del último hombre que observa desde el otro extremo del barco.
Bajo aquella terrible tormenta, acabo con aquel gigante con sus manos desnudas.
Un silbido atravesó el aire y fue a parar al brazo de Eudocia, un segundo lo hizo en el abdomen.
Mientras se desplomaba pudo ver las flechas clavadas en su cuerpo...
...Seguían Quedando dos..."
Diario de Viaje de Menandro, Día 6:
Me encuentro en alguna parte de los montes de las musas al Sur de Lebadea. Esperaba haber escrito algo más ayer, sobre mi llegaba a la ciudad, pero hubo grandes imprevistos. Parece que de verdad me hallo en un lío mucho más grande que lo que esperaba cuando abandoné Caristo.
Ayer por la noche, a mí llegaba a la posada en Lebadea, aun fascinado por el encuentro con la ninfa, conocí a cierta mujer de reminiscente belleza. Tendría más o menos mí edad, era guapa, con unos rizos de un castaño casi grisáceo recogidos en una coleta; vestía una armadura de cuero tintado de azul, con un mandíbula de lobo colgando de su cuello como decoración. Se veía que era una mercenaria, pero su fiera mirada, aún con la diferencia de los ojos azules, casi blancos, de ésta, me recordaba en gran medida a la de Alcmena.
Me preguntó si era un peregrino y me invitó a beber con ella, con el pretexto de preguntarme si me había encontrado con cierta persona en los caminos. Todo parecía ir bien hasta que decidimos presentarnos formalmente, ella me dijo que su nombre era Ágave, y cuando yo le dije el mío, su expresión cambió por completo.
Supongo que yo era la persona a quién buscaba, ya que desenvainó su daga y se lanzó contra mí. No sé cómo conseguí escapar de la taberna, solo sé que le lancé una mesa y me zafé por una ventana. Traté de darle esquinazo por las calles de la aldea, pero ella resultó ser implacable y sorpresivamente ágil, me vi obligado a huir hacia el sur y desde entonces me ha estado dando caza durante todo el día.
Hace ya varias horas que tuvimos el último encuentro, me divisó en la ladera de la montaña y no tuve más remedio que usar mi honda y defenderme a pedradas como si de un lobo se tratará. Con la suerte de que una de ellas le golpeó en la cabeza.
Descendí hasta su encuentro y comprobé que seguía viva, inconsciente, pero viva. Le arrebaté la daga y... realmente pensé en matarla y enviarla al encuentro del barquero pero no fui capaz. En estos momentos me siento realmente afortunado de que nunca me hayan llamado a las armas para la guerra, soy un cabrero, no un asesino.
En estas horas he puesto toda la tierra de por medio que he podido, realmente he perdido mi rumbo. No sé dónde estoy, pero el sol se pone ante mí, así que por seguro me dirijo al Oeste, si sigo así no tardaré en divisar el golfo de corinto o el Parnaso. Aunque ahora, preciso descansar, a saber cuántas estadia he andado sin dormir, malo será que despierte y aún sea capaz de detectar mi rastro bajo el abrigo de Nyx.
Diario de viaje de Arcén día 4.
me levante muy temprano prepare mi equipo y Cyrill me informo que, la platica de los mercaderes fue breve, solamente se encontraban desconcertados por el intento de asesinato sobre mi persona, puesto que yo soy a quien ellos buscaban, seguramente en Itaca están al tanto de que soy uno de sus enemigos, pero como ya he conseguido esta información ellos decidieron que no me dirán nada al respecto.
emprendimos nuestro camino durante las primeras horas de la mañana y una parte de la tarde, llegamos a lebadea sin mas complicaciones la ciudad es bastante grande me gusta, me despedí de los mercaderes, me agradecieron por mi servicio y me dieron un regalo como muestra de aprecio un espada forjada con un metal raro, la espada tenia por nombre la bastarda, se que nuestra despedida será por poco tiempo porque ellos irán también a Delfos después de terminar su ritual, simplemente les agradecí su regalo, para después seguir mi camino junto con Cyrill.
ahora que estoy en lebadea, visitare la ciudad y buscare información acerca de la gente que trabaja para Ítaca no quiero mas intentos de asesinato, estuve preguntado por la ciudad y con los mercenarios, pero no hay indicios de actividad de Ítaca, ya he pasado el resto de la tarde visitando algunos lugares interesantes, como el templo de la ciudad me consagre a atenea y Poseidón porque ellos parecen ser los dioses que me han bendecido de acuerdo con mi sueño, después de visitar el templo me encontré con Cyrill, en la herrería local, necesito comprar una funda para la espada que me obsequiaron los mercaderes, una coraza ligera, grebas y un corintio, me gustaría vestir una armadura mas pesada pero para mi camino seria demasiado cansado y difícil así que tendré que arreglármelas con lo que pueda cargar, después de comprar las piezas de la armadura me di cuenta que ya había caído la tarde y comenzaba a ocultarse el sol en el horizonte con sus franjas de color naranja, le dije a Cyrill que me iría a la posada a descansar para seguir nuestro camino a Arájova al este de Lebadea por la mañana, me dijo que el seguiría andando por la ciudad, buscando información y visitando a algunas personas que él conoce aquí en Lebadea, le dije entonces que eso estaba bien, pero que partiríamos durante las primeras horas de la mañana.
Diario de viaje de Arcén día 5.
me levante durante las primeras horas de la mañana aliste mi nueva armadura mis armas y escudo, toque la puerta de la habitación de cyrill, salió de su habitación y me saludo me dijo que estaba listo para partir , mientras caminábamos hacia afuera de la ciudad me dijo que durante la noche anterior pudo enterarse de un altercado en la posada que sucedió un día antes de que llegáramos, el pleito fue entre una mercenaria conocida como Ágave y un sujeto que no era de los alrededores, su nombre era Menandro, iniciaron una pelea dentro de la posada, Menandro le lanzo una mesa a la mercenaria Agave y él salto por la ventana, estuvieron peleando y alejándose de la ciudad sin un rumbo fijo, ahora entiendo porque no encontré ningún mercenario que quisiera matarme, parece que se enfocaron en ese tal Menandro.
le agradecí a Cyrill por la información mientras pasábamos por las puertas de Lebadea, hacia el camino del este para ir rumbo a Arájova, estuvimos caminando durante la mañana entera, hasta llegar casi a la mitad de camino hacia Arájova, mientras caminábamos, pudimos divisar a un hombre a la distancia andando por el camino lenta y cansadamente, parecía exhausto, como si no hubiera dormido bien y no hubiera comido en un día o dos, nos acercamos para hablar con el, para saber si se encontraba bien, tenia algunas heridas en sus brazos y rostro como si se hubiera estado defendiendo de alguien, así que le pregunte que si necesitaba ayuda, me dijo se encontraba bien, solamente estaba algo perdido, desde ayer que salió de lebadea, entonces le dije mi nombre al sujeto y me contesto que el se llamaba Menandro, así que me di cuenta que el era la persona que estuvo peleando en la posada de Lebadea hacia tan solo dos días, su cara cambio repentinamente y salió de su adormecimiento me pregunto entonces que si no había visto el cuerpo de una mujer mercenaria tirado por el camino, le conteste que estuvimos toda la mañana caminando por aquí y no habíamos visto ningún cuerpo o a algún mercenario por el camino, entonces le dije que Cyrill y yo nos dirigíamos a Arájova un poblado cercano antes de ir a Delfos, me ofrecí amablemente acompañarlo hasta el poblado porque se veía cansado y que no había dormido suficiente en los últimos días, me respondió en un tono relajado que no era necesario que el solo necesitaba descansar un poco y estaría bien que no deseaba ser una carga para nosotros en nuestro viaje, al escuchar eso le ofrecí agua y comida que llevaba conmigo, la acepto y se dispuso a comer a un lado del camino, antes de despedirme de Menandro le dije que quizá nos encontremos en Arájova.
Cyrill y yo seguimos caminando hasta perder de vista a Menandro, en las primeras horas de la tarde deberíamos estar en el poblado, nos detendremos a descansar cuando lleguemos, espero ver de nuevo a ese viajero me resulta muy familiar pero no puedo reconocer de donde o porque me resulta familiar.
Al fin en Cirra.
La travesía por mar fue accidentada, pero no por las razones que podrías pensar.
Me temo que mis compañeros de viaje no llegarán a su destino.
En el barco, se me reveló una amenaza que no estaba prevista, estoy viva por gracia divina.
No recuerdo como logre tocar tierra, solo tengo el relato de un viejo pescador.
Según cuenta el anciano , de nombre Timesio, vio al amanecer acercarse una vieja embarcación. En ella solo estaba yo, tirada en cubierta rodeada de sangre al borde de la muerte.
Un mochuelo custodiaba la nave desde la proa, el cual emprendió el vuelo al ver al viejo acudir en auxilio.
Ambos sabemos lo que esto significa.
Timesio es algo tosco y malhumorado, pero no estaría escribiendo esta carta de no ser por el. Me ha dado cobijo y cuidados, le debo la vida. Me quedare algún tiempo para ayudarle en sus labores, dada su avanzada edad le cuesta mantener el ritmo y la pesca es su único sustento, es lo menos que puedo hacer.
Ahora veo lo temeraria que fui al no prestar atención a lo que me fue revelado.
La pesadillas de aquel bosque corrupto hablaron de conspiración y muerte y no las escuché, las nuevas cicatrices atestiguan la osadía.
He pasado días desfallecida, los sueños febriles han traído novedades.
En esta ocasión las figuras brillantes emergidas de las aguas ganan definición, una de ellas resalta sobre el resto...me mira.
Siento una atracción inevitable, una fuerza me arrastra hacia ella, me resisto con todo lo que tengo pero el esfuerzo es inútil. Me encuentro a menos de una paso, siento el cálido aliento. Los ojos son tan profundos como el Hades y su pelo me lanza miradas desde diferentes puntos. Múltiples serpientes se entrelazan sobre su cabeza lanzando silbidos siseantes.
Un sátiro ríe en la lejanía.
Paralizada por el terror, aún puedo percibir las otras figuras emergentes y lo que es mas revelador, otros que son de igual manera atraídas hacia las criaturas.
El sueño concluye cuando, con la mirada puesta en mi mano, veo como la piel lentamente va tomando textura de fría piedra...
Lo interesante de esto es la fortuita y extraña coincidencia.
Hace unas horas, mientras ayudaba al anciano con sus labores, vi de manera fugaz a un hombre. Apenas fueron unos segundos, lo perdí de vista entre la gente. El parecido de este hombre con uno de los otros que son atraídos por las figuras brillantes de la playa me asombra. Al caer la noche saldré en su busca y si estoy en lo cierto, tal vez encuentre respuestas a este augurio que tanto me esta costando.
Te recuerdo Zoticus, que sea cual sea mi destino, ni los dioses podrán despojarme del amor eterno que siento por ti.
Cuida de mi madre.
Hasta pronto
Carta de Hipólito a Anaximandro
Mi amado Anaximandro, llevo incontables de noches en vela mientras que, en un cambio de planes, nos dirigimos a la bella Tarsis, la de los brillantes metales que mora más allá de las columnas de Heracles, en lugar del reino de Egipto donde solemos traer mercancías exóticas.
Por si aún no han llegado las nuevas a nuestra natal Tebas, hay problemas en el reino de Egipto. Y no son aquellos que son propicios al comercio, no. El nuevo rey del nilo ha adoptado una especie de culto a Kronos. Es como si la desesperación del tártaro se hubiera apoderado de esa maldita tierra. Sacrificios al son de terribles auloi degenerados en manos de bestias abominables; como aquellos previos al reinado de Zeus llenan el lugar. Así como aquellas prácticas barbáricas y depravadas, más allá de lo que pudiesen imaginar los bárbaros que acosan la Hélade provenientes del norte.
Oh por Zeus misericordioso, un gran temor acongoja mi corazón con las visiones que allí he presenciado. Que los dioses sean misericordiosos, pues de solo imaginar que las puertas del tártaro se hayan abierto solo se me vienen a la mente las consecuencias horribles para los hombres mortales. Kronos nos consumirá a todos, todos estaremos a merced del destronado rey de los titanes...
Querida hermana, Espero que tu cacería vaya bien, la mía me llevado nada menos que a los salvajes montes macedonios, aún más allá de las minas del Pangeo. Nunca había estado tan al norte, tan lejos de casa y de la civilización. En cierto sentido resulta emocionante, casi me hace sentir como los antiguos héroes, pero la mayor parte del tiempo es más incómodo y desmoralizante que otra cosa. No te imaginas lo difícil que es moverse por aquí o siquiera hablar con la gente. Creo que por fin he encontrado a mi objetivo, esa tal Alcmena. Unos leñadores han reconocido la descripción que les he dado como la de una mujer que patrulla los bosques de la zona, "la Quimera" la llaman, parece ser que viaja junto a un montón de animales amaestrados. Ella y su compañera, una tal "Iolanta, la Mantícora", pertenecen a algún extraño culto a Gea y Artemisa que hostiga a macedonios. Te mando está carta porque, dada la dificultad añadida que ha resultado tener la misión y lo lejos que me está llevando, quiero que hagas de intermediaría con nuestro patrón, el general de Ítaca ese, para que aumente la paga en al menos diez dracmas o no actuaré ni le revelaré la información que he reunido. Imagino que con lo diestra que eres, ya habrás acabado con ese tal Menandro hace días y estarás ya celebrando la paga con un festín en Lebadea. Siempre has sido la más eficaz de los dos. Cuídate mucho, hermanita. Te quiere, Cantor |
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Iolanta terminó de leer la ensangrentada carta y se giró hacia su compañera con preocupación, ella se encontraba recompensando a su pequeña serpiente mascota, la cual había sido quién había encontrado el pergamino en el cadáver de aquél hombre. Alcmena también parecía preocupada, no asustada, preocupada, y eso no era normal.
-Entonces, ¿dices que conoces a ese tal Menandro?
-No creo que sea él, no tiene sentido. Pero, tampoco lo tiene que alguien de Ítaca mande asesinos tras de mí y...-la voz le tembló un momento, Iolanta fue a ponerle la mano en el hombro para tranquilizarla, pero el hurón de Alcmena fue más rápido, trepó a su espalda y se le enroscó sobre los brazos, la chica sonrió.- He de ir, Ioly, tengo que asegurarme de qué está bien.
-Eso ya lo veo. Ve. Tranquila, Arko y yo podemos arreglárnoslas solas para defender la frontera un par de meses sin ti- el lince ronroneó apoyando a su compañera- Se lo explicaremos a las ninfas. No tienes que preocuparte de nada, todo seguirá igual a tu regreso, te lo prometo.
-Gracias, Ioly, eres la mejor.
"El oráculo no oculta ni revela la verdad, solo la insinúa" -Heráclito-
Narración a la luz de la hoguera.
...La valerosa Eudocia caminó durante horas siguiendo el rio dejando atrás Cirra.
Ante ella el parnaso se erigía imponente, albergando en su falda el anhelado templo de Apolo.
Lo había logrado, no sin pesar.
El Ombligo del mundo se decía. EL Ónfalos reposaba en la profundidad del templo, aquello que el terrible cronos tragó engañado permitiendo con ello la vida del poderoso Zeus. El Dios del trueno coloco la piedra en aquel lugar tras el cruce de dos águilas sobre el punto exacto, enviadas desde extremos opuestos de la tierra.
Se consagró así el centro del mundo.
Las leyendas cuentan que Apolo dio muerte allí a una serpiente gigante, una suerte de dragón que custodiaba el antiguo Oráculo en honor a Gea. Arrojando el cadaver de "Pitón" a una grieta, Apolo reclamo el lugar y sobre aquella hendidura nacería el nuevo Oráculo.
Para Eudocia Delfos se presentaba menos concurrida de lo esperado, tal vez los ecos de una guerra inminente frenaba a los viajeros que otrora atestaban el lugar.
Una fila de peregrinos de variopintas procedencias avanzaba lenta hacia el templo de Apolo. Sin perder un segundo se unió a la marcha.
Cada paso la acercaba a su destino, cada paso desataba una emoción intensa. La serena guerrera luchaba por mantener la calma.
El camino estaba delimitado en ambos lados por estatuas conmemorativas y diversas construcciones de mármol. Una de ellas sin duda llamo su atención por encima del resto; El templo de Atenea de estructura circular, jamás había visto uno de esas características.
En lo alto, el mochuelo reposaba observándola.
En la mitad del camino entre el santuario de Atenea y el de Apolo, aún en el exterior del recinto sagrado principal, encontró una hermosa fuente entre dos brillantes piedras arropada por un pequeño bosque de laureles. Castalia nombraba el lugar en honor a la náyade. El agua brotaba de grifos de bronce con formas de diversos animales.
Eudocia bebió y lavó su rostro con aquel agua pura. Tal vez embelesada por el lugar, sintió un intenso sentimiento sagrado.
Continuó el lento avance por la pronunciada calzada dentro ya del recinto principal, aquel era un camino sacro. En los flancos, pequeñas criptas en representación de las diferentes polis alojaban adornos, tesoros y ofrendas.
Al fin, el imponente templo de Apolo. Frente a el, un pequeño altar recibía los pagos de las consultas en forma de sacrifico animal. Era el turno de Eudocia , que no esperaba el contratiempo de la ofrenda requerida. Mercaderes vendían allí diferentes animales para el ritual, pero ella no contaba con posibles para pagarlos.
Allí plantada frente al altar sintió la desesperanza, unos pasos la separaban del objetivo y todo indicaba que a las puertas acabaría su viaje. En aquel momento de pesar, salió de entre su frondoso y rizado pelo una serpiente. Con un rápido balanceo la sierpe se arrojo al altar y tras un profundo quejido, murió ante la atónita mirada de peregrinos y sacerdotes. El corazón de Eudocia jamás había latido con tanta intensidad.
Tras segundos de incertidumbre, el sacrificio fue aceptado.
Aún desconcertada ,Eudocia atravesó el pronaos hacia el interior.
En el templo, el espacio era tan amplio que aun parecía estar en el exterior. Se encontraba en el chresmographeion, el lugar en el que las consultas y augurios eran exhibidas y archivadas.
Un sacerdote se acerco. Había llegado el momento, Eudocia hizo su consulta...
Mientras veía alejarse al hombre, lamentaba no poder ser testigo de los misterios de aquel lugar. Salió de allí rumbo al templo de Atenea que había dejado atrás, allí esperaría la respuesta ante la atenta mirada del mochuelo.
La noche era cerrada en Delfos. Eudocia perdió allí la noción del tiempo imaginando el recuentro con su amado, su querida tierra...
Al alba del día siguiente un sacerdote entro en el templo de Atenea , se podía apreciar terror en su mirada. Sin mediar palabra entrego el papiro enrollado y salió ligero de allí.
Eudocia respiro profundamente y lo desplegó:
"Lo que atrás dejaste jamás volverá. El pneuma exige sacrificio.
El encuentro con la maldición, las serpientes y la piedra.
El kykeon dará virtud en Eleusis.
Sombras de traición. La conspiración, el engaño, el metal y la sangre.
Teme a la muerte que camina sobre la tierra.
En lo profundo del sueño, el titan despierta."
Diario de Viaje de Menandro, Día 9:
Han pasado ya dos días desde la última vez que escribí por falta de instrumental, pero hoy he recuperado mis pertenencias.
He estado vagando por estos montes durante casi un día entero antes de divisar el mar, y a partir de ahí tarde lo mismo que el sol en ponerse antes de encontrar un camino. Aun con miedo a detenerme, decidí seguirlo y no tardé en encontrarme con dos amables viajeros, Cyrill y Arcén, quieren debieron de encontrarme en un estado lamentable, ya que se vieron muy preocupados por mi situación y me ofrecieron agua y comida, gesto que agradecí en sobremanera. Habían oído sobre mi altercado con Ágave a su pasó por Lebadea y me invitaron a acompañarles en su camino hacia el santuario, pero rechace su ofrecimiento, aquel descanso me había hecho darme cuenta del cansancio que llevaba encima y no quería pagar su amabilidad retrasándolos aún más en, lo que parecía, había sido un largo viaje. Me despedí de ellos y, tras comer, me eché a dormir oculto en los pinares que rodeaban al camino.
Esa noche tuve un sueño muy vívido. Comenzó como siempre: un tormentoso y agitado mar del que surgían varios animales brillantes que se dirigían hacia una intimidante montaña desde la que provenían los terribles rugidos de un ser que no podría ser menos que de la estirpe de Equidna. Ésta vez, yo era uno de esos animales, no estoy seguro de si un carnero o un chacal, pero cuando mis compañeros y yo avanzamos hacia la montaña, y los bramidos del drakon provocaron que las rocas nos cayeran encima, una loba gris, con la fiera y cristalina mirada de los ojos de Ágave, apareció entre las rocas y comenzó a perseguirme. De pronto estaba reviviendo mi huida entre los montes de Lebadea y cuando llegó el momento de usar mi honda, ella acabó muerta y pude ver como las keres acudían a llevarse su alma al hades mientras me miraban con reproche. En sus ojos puede sentir como me abandonaban los dioses, y mientras me lamentaba arrepentido en el suelo, una mano fría pero suave como ninguna otra me acarició la mejilla; ante mí apareció la ninfa Dorothea y con su cautivadora voz me dijo: "Fuiste tocado por los dioses por algo. Recuerda, no te demores, pero tampoco te pierdas por el camino. Ahora ve, te están esperando". Uno de los animales brillantes, un hurón, vino en mi búsqueda y Dorothea me hizo un gesto para que lo siguiera. Ahí se acabó el sueño está vez.
Desperté dolorido y turbado, pero más descansado. Y mientras terminaba los pocos víveres que me quedaban de lo que me dieron el día anterior, decidí que tenía que volver a Lebadea y recuperar mis pertenencias. No serviría de nada llegar a Delfos si luego no podía pagar a la sibila.
Y así hice. Hoy desande el camino con miedo a encontrarme a la mercenaria a cada paso, llegué a Lebadea sobre el mediodía y antes de entrar en la ciudad me lavé en el lago mientras el sol aún estaba alto para secarme. De no haberlo hecho, seguro que hubiera llamado demasiado la atención.
Más tarde me dirigí hacía la posada pero, no tuve el valor de entrar. Estoy seguro que de haberlo hecho el mesero me hubiera hecho pagar por la pelea aun habiendo sido la víctima y no me puedo permitir tal desembolso. Así que por deshonroso que sea, he tenido que colarme y robar mi propio macuto. Bastante suerte he tenido de que no me pillarán ni me hubieran quitado todavía nada.
Ahora escribo tras los montes de la ciudad, dispuesto a seguir el camino está vez sin más demora. La próxima vez, estaré en Delfos.
Querido Zoticus.
Estoy hoy más perdida que el día que comenzamos esta aventura.
El oráculo del que tanto esperaba no ha despejado secreto alguno. Ha añadido si cabe mas duda y temores de los que traía. Delfos más me ha parecido un lucrativo negocio que un lugar sagrado.
No diré que algunas de sus vagas predicciones han hecho mella en mi. Guardo aún cierto temor al designio divino...
...se que “Ella” aun vela por mi.
Estoy de vuelta en Cirra. Escribo con gran pesar que el viejo pescador que me salvó y cuidó de mi tras la trifulca en el mar, estaba muerto cuando llegué. Su humilde morada mostraba signos de pelea y a juzgar por las múltiples heridas de su cuerpo, es posible que fuesen varios los atacantes.
No puedo evitar pensar que su muerte pueda tener relación con la ayuda que me prestó. Cabe la posibilidad de que mas hombres de Ítaca siguieran mi rastro hasta el viejo Timesio, hallando la muerte por mi culpa.
Temo por mi vida y lo que es peor, temo por tuya.
Estoy tentada por la posibilidad de volver a ti y dejar toda esta locura atrás...
Los sueños por otra parte, son ahora mas confusos que nunca, plagados de muerte y desolación. Veo la misma playa. Las majestuosas criaturas brillantes que emergían del mar han perdido todo su fulgor y yacen sin vida en la orilla, devoradas por los gusanos. No se escucha el rugido ni se percibe presencia divina. La noche es eterna y el cielo carece de luces. Un páramo infinito se extiende hasta donde alcanza la vista...Los campos están marchitos y las aguas rojas como la sangre.
El suelo se parte en dos y de la grieta emerge una gigantesca figura que no alcanzo a comprender. Ante aquello, permanezco inmóvil convertida en piedra pero aún consciente. Aterrada, veo como Pan danza alegremente soplando su flauta mientras ese incomprensible caos barre el polvo de la tierra.
Despierto entonces bañada en sudor, una palabra pasa por mi mente y me veo obligada a pronunciarla en voz alta: “Ananké”.
Tengo pensado permanecer unos días en la casa del pobre pescador. Entre sus posesiones he encontrado algo que me a sorprendido. En un baúl que debió pasar desapercibido para los asaltantes, he descubierto entre otros objetos llamativos una espada y un escudo. Reconozco en ellos la marca de Esparta. me pregunto quien fue en realidad este pobre hombre y cuantos secretos se habrá llevado a la muerte.
Le daré una digna sepultura y pagaré gustosa su travesía por el Estigia.
Sin duda una cosa que no puedo eludir es lo que ayer sucedió.
Entrada ya la noche, mientras hacia la guardia luchando por no caer en el sueño , sentí una presencia en los aledaños de la casa de Timesio. Me asome por una pequeña ventana, temerosa por la amenaza de un posible atacante decidido a terminar el trabajo. Me equivocaba. Vi entonces, posada como un pájaro aletargado, A la Harpía que escapo de la contienda que me obligo a dejarte atrás, cuyas hermanas pase por mi filo.
No percibí violencia en su intención, pero me mantuve alerta a pesar de ello. Lanzó entonces un graznido lastimoso, despejando en gran medida mi temor. Salí y me acerque despacio.
Era mas grande de lo que recordaba y mas bella debo añadir. A pocos pasos pude ver en una de sus enormes alas algo clavado, parecía una especie de flecha. La pobre bestia no alcanzaba la zona con su cabeza para poder extraerlo y continuaba graznado de dolor.
No había reparado hasta ese momento que su rostro estaba mas cerca de lo humano que de las aves. Su mirada era profunda y penosa. Decidida, me acerque hasta ella, al fin y al cabo soy la responsable de su actual soledad, arrebatándole a sus hermanas. Con cuidado extraje la flecha. La criatura soltó un grito seco y salió volando.
La segunda sorpresa llego esta mañana.
Temprano, salí a pescar como lo hacia el viejo. Aprendí mucho el tiempo que pase a su lado y era una forma de honrar su memoria, además, el estomago me rugía de hambre.
Allí estaba de nuevo a cierta distancia, la harpía. Note calidez en su mirada y en ningún momento temí por mi vida.
Fue una buena mañana, tanto en cantidad como en calidad.
De vuelta, con aquella criatura sobrevolando la zona, me puse a preparar el pescado en una pequeña hoguera en la entrada de la casa. La criatura descendió y se poso a pocos metros.
Mientras comía, la harpía observaba torciendo su cabeza a cada trozo que me llevaba a la boca. Me inundo la ternura y compartí el pescado con ella. Devoró cada pedazo que le tiraba con cierta ansia y me lanzo un graznido que interprete y recibí como agradecimiento.
Creo que estas criaturas deben funcionar bien en grupos o bandadas, pero solas deben tener problemas para sobrevivir.
Ahora está fuera, durmiendo en el tejado. Es posible que haya ganado una valiosa aliada para mi empresa, sea donde sea que esta me lleve.
Me despido por ahora, con cierto temor por la amenaza y con la duda sobre el destino que me aguarda, pero con el amor por ti intacto.
Tu Gorgona.
Narración de un Aedo en un banquete.
“...La valerosa Eudocia cabalgaba a lomos de un bello corcel que astutamente había conseguido. Su nueva amiga emplumada surcaba el cielo siguiendo el ritmo.
Pocos días de pescado y cariño habían bastado para ganarse el respeto y la lealtad de la Arpía. Juntas, perpetraban elaborados engaños en pequeñas poblaciones. La criatura aterrorizaba a los campesinos y Eudocia oportunamente, aparecía y ofrecía sus habilidades para librarles del terror alado, en un teatro perfectamente ensayado e interpretado.
El caballo fue uno de los pagos que recibió, al igual que alimentos y pequeñas cantidades de moneda.
Decidida, viajaba dirección sur camino del monte Olimpo. Había llegado a la conclusión que únicamente los dioses podrían al fin despejar el misterio del sueño. Tras oráculos fallidos y pesadillas recurrentes, solo la palabra divina le valdría como respuesta.
Días de galope y embustes pasaron. A través del paso de las Termopilas cabalgó Eudocia y fue testigo de los ecos de la gran batalla que allí tuvo lugar.
En aquel estrecho pasaje aun pervivía el sacrifico y la heroicidad ...las vidas perdidas y la muerte...
Llegó tras el largo surco en la montaña, hasta la gran región de Tesalia.
Desde un risco a gran altura, vio la gran extensión montañosa y las llanuras más grandes que jamás había visto...pero algo extraño salpicaba el paisaje.
Cierto es que no conocía la tierra, pero también lo es que había conversado en muchas ocasiones con su amado Zoticus sobre ella y sobre las importantes ciudades que albergaban sus planicies. La región se encontraba ahora repleta de volcanes con gigantescos cráteres hasta donde alcanzaba la vista. Estos inesperados fenómenos naturales, habían cambiado por completo la geografía de la territorio, abriéndose camino a través de las ciudades.
Desde el saliente de la montaña, pudo ver en las faldas a un hombre que con cierta agilidad, esquivaba las acometidas de un desmesurado Jabalí. Con el atrevimiento que la caracterizaba , Eudocia miro al cielo, silbó con fuerza y sin dudarlo salto al vacío.
Era un largo descenso hasta la base de la montaña.
A gran velocidad una masa negra y plumosa paso por el lado de Eudocia aún en caída y colocándose bajo ella, desplegó sus alas frenando en seco y recogiendo en su espalda a la guerrera para remontar el vuelo.
Al contrario que los engaños, a esa parte le faltaba ensayo, que se hizo evidente en el aterrizaje. Ambas cayeron aparatosamente entre el jabalí y el hombre. La arpía salió disparada a varios metros... Eudocia al menos estaba viva.
En los segundos siguientes de desconcierto del gigantesco animal, la guerrera recupero la compostura tras el golpe y cruzo miradas con el hombre.
El tiempo se detuvo.
No era la primera vez que veía aquel rostro. Ese hombre era sin duda uno de los otros que eran atraídos por las criaturas en la playa soñada, también al que vio fugazmente en Cirra...
Para Hylas, así se llamaba, aquella mujer era la feroz guerrera que días atrás apareció en sus pesadillas, acompañada por la aterradora ave que advirtió la traición...
Aquel no era un encuentro fortuito.
La Arpía se sacudió aún algo afectada por el fallido aterrizaje. Eudocia desenvaino y cerro filas junto a Hylas, que portaba un martillo de herrero de buen tamaño que su amplia espalda y músculos le permitían manejar con destreza.
El inmenso jabalí, al cual le faltaba uno de sus colmillos inicio la embestida en su dirección.
Eudocia, que no conocía la prudencia, salió corriendo a su encuentro.
Justo antes del impacto, la guerrera rodó lateralmente y clavo la espada en el costado y arrastrándola, abrió paso por la carne del animal. Aquello no detuvo el avance del monstruo que continuaba hacia Hylas con la espada aún hundida. La Arpía apareció de imprevisto y clavó sus enormes garras en el trasero del Jabalí frenando en parte la velocidad. Fue suficiente para que el herrero, que esperaba preparado con el martillo alzado, golpeara en la cabeza con la fuerza para moldear diez espadas, hundiendo el cráneo del animal matándolo en el acto...victoria.
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La noche se cernía sobre ellos, decidieron pasar la noche en aquel lugar.
Alrededor de la hoguera, comieron toda la carne que quisieron de la presa que habían logrado. Bajo las estrellas, hablaron de sueños y augurios, sobre dioses y destinos. De lo que habían dejado atrás, lo que habían perdido...sobre amor ,traición y muerte...
Hylas resultaba fascinante para Eudocia. La claridad con la que exponía sus ideas y el profundo conocimiento que parecía poseer sobre la naturaleza de la realidad. Los saberes ocultos sobre los dioses y la estrecha relación que parecía poseer con ciertas entidades.
Sin duda el Ananké fue parte importante de las disertaciones, pero en el momento en el que el místico-herrero hablo sobre el culto a Eleusis, fue cuando Eudocia quedo más sorprendía. Ella desconocía por completo esos misterios pero era lo único que coincidía con la predicción que había recibido en Delfos. Rápida saco el papiro del Oráculo y se lo mostró.
Hylas sonrió, estaba familiarizado con el asunto. Extrajo entonces de su zurrón unos pequeños frascos que contenían un extraño brebaje y le ofreció uno a la guerrera. El herrero bebió de un solo trago el contenido y animo a Eudocia a hacer lo mismo, a lo cual accedió.
Ambos, tumbados bajo el manto de estrellas, emprendieron el viaje...”