Las Aventuras de Kalÿatâr Capítulo 5. (resubido y ya leído por el maestro)
Entro al enorme jardín tras ser anunciado , no sin percatarme, del sutil tono de desprecio del guardián al pronunciar "semielfo". Han pasado más de 400 años de las guerras de Lanssat, y el odio de algunos elfos hacia los semielfos no disminuye con el tiempo, lo entiendo en parte, pero es algo que a mis 60 años, empieza a cansarme.
El portón cierra a mis espaldas y lo que se presenta ante mí, es más hermoso aún que lo visto en estos dos días en la aldea. En el centro del jardín, que más bien podría ser un bosque, hay un gran crómlech, en el cual hay dispuestos de forma circular varios tronos de piedra, uno para cada clan de druidas. Cerca del asiento central hay un anciano elfo, debe ser Drelanör el archidruida de Nazadra.
-¡Joven! no te detengas tan lejos, y ven a tomar un té con un viejo druida- solicita el anciano sacándome de mi ensimismamiento. Sigo sus indicaciones, y a cada paso que doy, la belleza del enorme jardín me asombra un poco más. Flanqueando al anciano, hay dos gólems de piedra con sendas piedras de ankar rojo en el pecho, que no dudarían en hacerme picadillo al más mínimo gesto del archidruida.
-Siéntate, por favor, y tomemos ese té antes de que se enfríe-dice señalando una mesa con dos sillas y la bebida humeante. -También he preparado un tentempié a tu compañero, así que lo puedes dejar tranquilamente en el suelo.
Dejo a Lince en el suelo, ayudo al anciano a acomodarse en la silla, y antes de hacer lo propio, le sirvo la bebida.
-Lamento el incidente con Dhrosod -continúa el anciano-, perdió a familiares en las guerras de Lanssat y es algo que le cuesta superar, luego le exigiré que te pida disculpas. -Miro asombrado al anciano-. No pongas esa cara muchacho, tal vez mi vista haya empeorado en el último siglo, pero mi oído sigue siendo excelente.
-Venerable Anciano , no hace falta que le diga nada, eso no haría si no aumentar su rencor.
-Veo que tanto Cundmaethon como Aimil te enseñaron bien. -me quedo helado al oír los nombres de mis padres- sí, los conocí muy bien, Cundmaethon era pariente lejano mío y, además, fui yo quien unió sus manos, no vino demasiada gente a la ceremonia, como era de esperar. Pero créeme si te digo que, en mis 600 años de vida, muchos de ellos desposando enamorados, nunca he visto una novia tan radiante y hermosa. Lamenté profundamente su muerte.
-¡Entonces vos sois ESE maestro Drelanör!, mis padres me hablaron mucho de usted, siempre le recordaron con mucho cariño y afecto.
- Si, fue una época llena de felicidad, pero bueno ¿Que nuevas traes?
Pongo al archidruida al tanto de lo vivido estas semanas atrás, de mis sospechas sobre el asalto al claro de montaraces, el comportamiento de aquellos osos lunares, procurando no dejar nada en el tintero.
-¡Vaya! -exclama el archidruida, - entonces es mucho más serio de lo que me temía.
-No entiendo a que os referís, venerable Drelanör.
-Bien, ¿sabes lo que son las líneas ley?
-Más o menos, -respondo- sé que son líneas de poder y magia, pero poco más.
- Verás, las líneas ley, son vías espirituales que están esparcidas por todo Nazadra como una red, y conectan, además, nuestro mundo con el mundo espiritual. Aún no se sabe el cómo, pero sabemos que el mineral de ankar está relacionado con las líneas ley, por eso, hay zonas en las que se prohíbe la extracción del ankar. ¿Vas entendiendo por dónde voy?
-Si, Venerable Drelanör, de momento, le entiendo perfectamente.
-Bien, hace eras, cuando los antiguos encontraron y explotaron el mineral de ankar, descubrieron muchas cosas, su conexión con las líneas ley, que cuanto más cerca de esas líneas se extraiga más puro es el mineral, que no se debe de excavar bajo ningún concepto en las fallas de unión entre 2 o más líneas. Esto último, explica la prohibición de extraer ankar en algunas zonas.
- Pero maestro, no veo la relación entre lo que usted me está contando con lo acontecido semanas atrás.-replico al anciano.
-¡Paciencia muchacho!, todo será revelado, mmmm, ¿Por dónde me había quedado? ...... ¡Ah, sí! por la prohibición, muchas gracias Lince. La prohibición sobre las fallas de unión viene dada porque, aunque el ankar sería de una pureza extrema, el riesgo sería enorme, y las consecuencias, afectarían tanto a nuestro mundo como al mundo espiritual. Para asegurarse de que no se excavaba ankar donde no se debía, los antiguos elaboraron un minucioso mapa que permitió que el ankar fuera extraído con más seguridad, los magos pudieron estudiar mejor las energías que recorren el mundo a través de las líneas, etc. Ese mapa pasó a ser custodiado por el Tel-Qessar, hasta que combatieron contra Ishii, Amo de los Hongos y Señor de la Podredumbre, momento en el que el consejo se reunió, y se decidió que el mapa, pasara a manos de Erindël, el primer montaraz, el cual en el fin de sus días se lo regaló a Jaseph Chase, capitán de los montaraces de Nazadra, donde ha estado custodiado durante milenios. Y ese mapa, mi joven montaraz, es lo que "La Sierpe" ha robado. Gracias a un doble agente que tenemos infiltrado en "La Sierpe", nos hemos enterado, que han empezado a excavar ankar verde cerca de una línea ley que va desde la ciudad de Graycester, al otro lado del río, atraviesa casi todo Nazadra hacia el Norte, donde se une a una línea de ankar rojo que llegaría hasta la frontera de Herezrin. Esta violenta extracción es lo que ha perturbado la energía verde que hay por Nazadra, lo que debe ser una de las causas de haber perturbado la hibernación de la osa lunar y su cría de la que me hablaste antes.
-Pero maestro, ¡Algo habrá que podamos hacer!
-Claro que sí, pero necesitamos tiempo para planear nuestro siguiente movimiento, aún necesitamos más información.
-Venerable Drelanör, Isênkev la boticaria, me dijo que teníais algo que contarme sobre mi compañero, ¿Que podéis decirme al respecto?
-Esa, joven montaraz, es una buena pregunta, por hoy te diré que tu compañero está relacionado con la perturbación de la línea de Nazadra, pero es tema para mañana.
Las Aventuras de Kalÿatâr Capítulo 6.
Quiero aprovechar para agradecer a Javi Gil la creación de los Tel-Qessar sin los cuales, Kalÿatâr (y yo) se comía un mojón bien gordo, a Alberto que nos presta su voz todos los Sábados llueva o truene, al maestro José David, que inventó Kadazra y nos hace partícipes de su universo, y a mi mujer, Smooky Marple, que es la que aguanta mis locuras. Finalizado el peloteo, a darle a la mandanga 🤣
Salgo de la reunión con el Archidruida cuando ya ha anochecido, y casi con más preguntas que respuestas, me dirijo de nuevo a la casa de huéspedes de Thaugen, es un buen hombre, me gustaría saber cómo un enano acaba en una aldea druida.
El fornido Enano me saluda con su acostumbrada alegría, y después de dar cuenta de unas viandas, me dirijo a mis aposentos, una vez allí, cojo mi pipa y la mezcla de hierbas para dirigirme al porche de entrada. Apoyado en la barandilla, fumo tranquilamente disfrutando de la quietud de la noche, lejos de la guerra y de la maldita Sierpe. Lince ronronea dormido en una de las sillas ¿Qué carajo será lo que pasa con el?, espero que mañana el archidruida pueda darme al fin alguna respuesta. Mientras, apuro mi pipa, no puedo dejar de pensar en la situación de Kadazra, La Sierpe lo domina casi todo, y sólo lo que se podría llamar como ”resistencia” o “rebelión”, se atreve a plantarles cara.
-No está bien que un hombre fume solo en una noche tan apacible como esta- la inconfundible voz de Thaugen me saca de mi ensimismamiento.- Al girar la cabeza, veo que efectivamente es el enano con dos jarras de cerveza helada.
-Muchas gracias Thaugen, permíteme corresponder a esa cerveza con una buena pipa.
Pasamos un buen rato charlando, sobre cómo está el mundo e intercambiamos noticias que hemos oído aquí y allá, hasta que el cansancio hace mella en nosotros y nos retiramos a dormir.
A la mañana siguiente, nos dirigimos al enorme jardín tal y como nos indicó el venerable Drelanör.
-¿Qué crees que pasará hoy?- pregunta Lince de forma inquisitiva.
- Pues la verdad es que lo desconozco, supongo que algo que te haga recuperar la memoria, o esclarecer al menos, que hacías a más de 150km. de distancia de lo que debería de ser tu hogar.-le contesto con esa esperanza.
El resto del camino, lo pasamos elucubrando teorías sobre que podrá pasar con el anciano.
Dirigimos nuestros pasos al jardín, y observo que el portón está abierto y Dhrosod, el guarda de ayer, no está en su puesto. Al asomarme con curiosidad al enorme jardín, veo al venerable Drelanör devolviéndome la mirada.
-Pasa, pasa , joven montaraz y acércate.
Obedezco sin rechistar, y nos acercamos al anciano druida, al ir avanzando, un olor característico, que proviene de una hoguera en el centro del crómlech inunda mis fosas nasales, es ankar quemado y otro olor que no termino de reconocer.
- Kalÿatâr, desnúdate de cintura para arriba, ponte a un lado de la hoguera y Lince, que se quede al otro.
-Maestro- replico mientras me voy quitando la camisola.- ¿Qué ritual vamos a realizar?, pensaba que me iba contar que es lo que pasa con Lince.
-Verás, el otro día, cuando dejaste a Lince con la boticaria, notó algo extraño en Lince, me avisó de inmediato y decidí reunir a los miembros del consejo, y decidimos que es necesario el uso del “unio animarum”.Mediante el uso de ankar y una mezcla de hierbas, uniré tu mente y tu espíritu a los de Lince, verás, oirás y sentirás lo mismo que sintió él, pero recuerda que serás un simple observador, un pasajero en la mente de tu compañero.
-…
-No Lince, tranquilo te prometo que va a ser totalmente indoloro, al menos para ti.
-Anciano Drelanör, este “unio animarum” ¿Cuántas veces se ha hecho?
-Pues… espera que haga memoria,… con compañeros animales, han sido 2, una la hizo el maestro de mi maestro hace unos 2000 años con el mismísimo Erindël, la segunda, la realizamos entre mi maestro y yo con el propio Connor.
-Venerable Drelanör, entonces ¿Es peligroso? ¿Por qué se ha hecho tan pocas veces en la historia?
-Tranquilo joven montaraz, no existe en todo Kadazra ningún ritual carente de riesgos, y el “unio animarum” no iba ser menos, y sólo se ha hecho un par de veces entre persona y animal, porque unir alma y mente de manera similar a la que un montaraz se une a su compañero o que un mago se une a su familiar, puede ser demasiado para las mentes que no están preparadas para ello. Vuestras mentes se unirán, y vuestros pensamientos se mezclarán de maneras un poco inconexas, y que ningún montaraz, druida o mago, ha experimentado nunca, pero al final, ¡todo será revelado! ¿Alguna pregunta más, joven montaraz?
-No maestro, cuando usted quiera podemos empezar.
A continuación, el venerable anciano procede a untar una pequeña cantidad de ungüento a base de ankar y hierbas por la cara de Lince, y acto seguido hace lo propio con mi pecho y cara.
-Hijos míos, ahora procederé a arrojar ankar a la hoguera, quizá notéis cierto mareo, pero es normal, a partir de ahí, relajaos en la medida de lo posible, cuanto más lo hagáis mejor saldrá todo.
Asiento con la cabeza mientras miro fijamente a Lince, cierro lentamente los ojos, de repente, noto una sacudida y un golpe en la cabeza, cuando vuelvo a abrir los ojos estoy en una tormenta en el mundo material, espera, no estoy en una tormenta ¡soy uno con la tormenta! Entre los destellos puedo ver cientos de espíritus que, como yo, guían rayos y truenos, vientos y nubes y agua allá donde deben estar, la alegría que siento en este momento es indescriptible.
- Tsâwa hermano,-¿giro? mi cabeza hacia la voz- ¿Te encuentras bien? Te noto un poco distraído, ¿Acaso madre, va a volver a castigarte por lo del otro día?
-Gnïst, ¡eres tú!, no me había dado cuenta.- contesto con la voz de mi compañero-, no hermano, no es por eso, madre y yo estuvimos hablando, y le pedí disculpas por haber atravesado el portal hacia el mundo material sin su permiso, no volverá a ocurrir, no te preocupes por ello.
Seguimos saltando de un relámpago a otro, sintiendo todo el poder de la tempestad atravesando mi cuerpo, supervisando y corrigiendo la labor de los espíritus menores y vigilando que las nubes se muevan como han de hacerlo, bueno, en verdad lo hace Lince junto a su hermano, yo sólo voy de pasajero.
De repente, noto un fuerte golpe seguido de un tirón, empiezo a caer, mi hermano grita llamándome mientras caigo cada vez a mayor velocidad, me parece atravesar una grieta, y de repente, un fuerte golpe contra el suelo. Abro los ojos, ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Qué ha pasado? Hace muchísimo frío, no soy capaz de recordar nada, me levanto del cráter en el que estoy como puedo, me duele todo, parece que no tengo ninguna pata rota y parece que he caído de bastante alto, siento el impulso de andar en una dirección concreta, algo me está llamando.
Llevo muchos días andando casi sin parar, apenas he comido, y cada vez ese “tirón” me llama con más fuerza, necesito llegar donde quiera que lleve este instinto.
He perdido la cuenta de las semanas que llevo aquí, tengo muchísima hambre, breves recuerdos llegan a mi mente, pero son todos sobre tormentas y rayos, algo sobre madre y un hermano.
Ha anochecido, y ha caído una fuerte nevada, a lo lejos, veo una cueva con una luz. El “tirón” me llama en esa dirección, además de un olor muy tenue a comida. Me acerco poco a poco con todo el sigilo del que soy capaz, hay alguien preparándose para dormir y a su lado un paquete del que emana ese olor a comida. El efecto del “tirón” se va desvaneciendo a cada paso que doy ¿Acaso esa persona es el fin de mi camino? En fin, me da igual, en cuanto duerma, asaltaré su bolsa y luego, ya veremos.
LOS MONTARACES DE NADAZRA
(O al menos mi visión con permiso de los maestros)
Hace milenios, el elfo de las ramas Erindël, pensó que los druidas de Kadazra necesitaban una fuerza de choque que les ayudase a proteger los bosques, así es como fue gestándose la idea de fundar los montaraces. Habló largo y tendido con los concilios druidas de todas las regiones, y prácticamente a todos, les pareció una buena idea. Aquellos que no fueran capaces de dominar el ankar verde, para convertirse en druidas, bien podrían empuñar las armas para defender los bosques de Kadazra, y servirían de gran apoyo a los druidas cuando la situación lo requiriese.
Los montaraces del mundo del Kadazra, son hombres y mujeres de cualquier raza o credo, aunque al tomar el camino del montaraz, suelen venerar a Rua-Vannaÿth o Kaîr-Endén, como los espíritus de la vida y la muerte.
Su jerarquía y distribución es muy simple a la par que efectiva, se engloban en 3 principales
Claros de Montaraces:
-El del Bosque de Nazadra, con unos 100 montaraces sin contar aprendices.
-El del Bosque de Thul, con una dotación cercana a los 150 montaraces.
- El del Bosque de Valaria, que cuenta entre sus filas con 60/70 personas.
Hay otros claros menores como, por ejemplo, el del Bosque de ceniza, situado al Este de Lanssat, que, a pesar de contar con 30 montaraces, une sus recursos a los del Bosque Rocoso, justo al Norte de Lanssat.
Estos números, se podría decir que representan la capacidad máxima de dicho claro, es decir, no son números fijos puesto que los montaraces van continuamente de un lado para otro, y Kadazra es muy grande. El único día del año en el que un claro está al 100% de su capacidad, es el del aniversario de la muerte de Erindël, fecha en la que los montaraces se reúnen para ver a sus camaradas, ponerse al día de lo que sucede en el mundo y por supuesto, recordar a Erindël y su leyenda.
En cuanto a su jerarquía está distribuida de la siguiente manera:
En los principales Claros, normalmente estarán al mando un capitán, dos tenientes y cuatro sargentos, dos de ellos encargados de la instrucción de los nuevos reclutas y los otros dos, encargados de las patrullas y guardias, y en los Claros menores, estará al mando un teniente y dos sargentos.
Aceptan encargos como mercenarios, o aventureros para ganarse un dinero extra y normalmente, prefieren evitar el bullicio de las grandes ciudades, más aún si están industrializadas.
Son diestros en el manejo de casi todas las armas, y han sido instruidos en el combate tanto con armas cuerpo a cuerpo como a distancia.
Cada raza siente predilección natural por ciertas armas como, por ejemplo, un montaraz enano, que preferirá el uso de hachas o martillos o alguien de raza grande como orcos o semiorcos, que se decantarían por una claymore o espadas bastardas.
Casi todos ellos, elegirán el combate con dos armas, especialidad en la que se les entrena desde el primer día, usando como arma principal una espada larga o hacha de mano, acompañada por una segunda arma como daga, espada corta, destral, etc. que servirá como defensa y contraataque, aunque tampoco es raro que usen un broquel o una rodela en la mano torpe para tales menesteres. Sobresalen en el uso del arco, teniendo casi todos ellos una puntería excelente, aunque en el caso de algunas razas, prefieren hacer poco uso de este arma, considerándola indigna de un guerrero, aun siendo buenos arqueros.
Las habilidades de los montaraces son de los más variadas:
Infatigables rastreadores, expertos en la colocación y desactivación de trampas, entre otras muchas.
También son grandes expertos en labores de supervivencia y camuflaje, además de contar con un sentido de la orientación que sería la envidia de muchos marineros, lo cual no hace extraño ver a más de un montaraz surcando los mares.
Es de mencionar su conexión con su compañero animal, los montaraces crean una unión con un animal que decide acompañarlos voluntariamente, ese lazo de amistad y compañerismo, sólo puede ser roto, por un mago de gran poder, o porque alguno de los vinculados fallezca.
Los montaraces que pierden a su compañero, suelen tardar de 1 a 4 meses es sentirse mentalmente preparados para repetir el ritual, tanto por deshacer el vínculo anterior como por la tristeza de haber perdido un amigo.
No hay restricciones a la hora de elegir compañero animal, lo normal suelen ser animales de los bosques, tales como lobos, linces, lechuzas, halcones, etc. pero no es de extrañar ratas, ratones, murciélagos… Es una habilidad que se puede enseñar a los que no sean montaraces, si mentalmente están preparados para ello, pero no es habitual.
El tabernero "afable" I EL ATRACO:
Baloder es el dueño de la taberna "El Alce Durmiente", un tipo bonachón de barriga incipiente y pómulos rojizos, en sus buenos tiempos dicen que era aventurero o incluso se rumorea que hubiera podido ser juglar, probablemente parte de ambas, algo de magia, algo de batalla, júntalo con bastante picardía y obtendrás eso que llaman bardo o lo que dirían otros, un bueno para nada...
Lo cierto es que le encanta contar historias a sus clientes, esos que se quedan rezagados a veces por la bebida, a veces por buscar información discretamente, a veces por amor... pero, la mayoría de las veces, por escuchar el cuento de nuestro querido tabernero, cuando las perolas otrora humeantes quedan practicamente vacías y la chimenea torna las vivas llamas en rescoldos que crepitan lentamente, Baloder saca un candil y la gente se arremolina a su alrededor
(Iniciando la narración con un suave carraspeo) "Esa noche la posada estaba desangelada, fuera hacía frío y como tenía el tiro de la chimenea obstruido, la gente se fue antes de lo normal, cuando la sala principal quedó vacía, fui a comprobar la salida de aire en el tejado, trepé por las ventanas y alcancé con una mano en un salto acrobático el borde de la veleta, resbalé con alguna teja suelta y si no fuera por mi agilidad de gato, me habría precipitado al abismo..."
"Joder, Balo, ya estamos otra vez, deja de inventarte cosas, eres un puto gordo, la única razón por la que no cogerías una escalera es porque quizás no aguantara tu peso"
"¡Callad y prestad atención!" "Cuál fue mi sorpresa, cuando, al llegar a la boca del cañón, encontré una capa enrollada que impedía la salida de aire, ahí empecé a temerme lo peor, alguien me había boicoteado... bajé con sigilo de nuevo a la estancia, cuando una mano surgió de las sombras tapándome la boca y me dijo en un susurro..."
"Como emitas algún sonido, te degollaré, dinos donde está el dinero y te dejaremos vivir"
"Asentí con la cabeza y en cuanto relajó el brazo, con un rápido movimiento de muñeca, me hice con su daga y se la clavé en el ojo hasta la empuñadora, antes de que su compañero pudiera gritar, saqué la ballesta que llevaba al cinto y le ensarté la garganta con un virote justo cuando abría la boca..."
"Ahora cuéntanos lo que pasó de verdad, embustero, ¿te cagaste encima?"
"Bueno, a ver, quizás haya exagerado un poco, cuando relajó el brazo, salí corriendo detrás de la barra y simulando sollozos, les dije que el dinero estaba en la boca del alce, que se lo llevaran y si me dejaban vivir no llamaría a la guardia"
"Llorabas de verdad, Balo, seguro que dejaste un charco de orin y lágrimas, jajajajaja"
(Un par de borrachos se suben a una mesa para ver si algo se esconde en el busto disecado, cayendo en el proceso de bruces al suelo y provocando las carcajadas del público)
"¡Silencio!" "Cuando estaban enfrascados en la tarea de hurgar en la cavidad, saqué la ballesta de debajo de la barra y atravesé el cuello del bandido que se encontraba aupado, el otro secuaz, me miró asustado y le dije que saliera de allí y no volviera jamás ni a mi establecimiento ni a mi pueblo"
(Un oyente aburrido, remueve con el cazo el fondo del caldero, y al ver un pulgar flotando, pega un respingo hacia atrás) "Señor, hay un dedo en la sopa"
(Mientras recoge el recoge el dedo y lo seca en el mandil...) "Eso, amigo mío, es una historia para otro día..."
Acto III, Segunda parte: El goblin de pelo en pecho.
Prólogo:
Esto se leyó ya. es parte de lo que se perdió
Hace una semana recibí un regalo mi novia. Sabe que siempre me han gustado éstas cosas. Quiero decir: no es que me guste la joyería en general, es que me encantan las que son especiales, llamativas, esas piezas que llevas y llaman la atención por su belleza y capacidad de salirse de lo común. En este caso, se trata de un anillo con una bola de brillo fluorescente.
No es una gema. Ni siquiera está tallada y sin embargo resulta atrayente, hipnótica y feroz. En cuanto al anillo en sí, su soporte, vamos... se trata de la unión de dos aros paralelos de piedra con una oquedad donde situar el brillante. La piedra de los aros es negra y opaca, tanto que no refleja brillos en sus curvas de formas austeras, casi geométrica pura.
Me lo puse en cuanto lo vi. Me sienta como un guante pues, aunque noto su peso, parece ser parte de mí.
La ilusión del regalo me dio fuerzas para hacer las cosas con energía durante toda la jornada. Lo miraba constantemente. Miraba nuestro reflejo en los escaparates de las calles. Estaba tan contento que todo me parecía cargado de energía, luminoso y lleno de poder.
Entonces, como las primeras gotas de agua que se convierten en vapor cuando hacemos el té, aparecieron pequeños cambios en mi entorno. Cambios que finalmente han terminado por transformar toda mi realidad hasta el punto en que me encuentro. Desorientado y confuso en medio de… ¿Esto qué es, un bosque?
Primero fueron las caras de la gente. Sus rasgos se acentuaban hasta casi rozar la caricatura pero de una forma natural, realista. Cuando una persona era bella, era muy bella. Sucedía lo mismo si te encontrabas al otro lado. El señor al que veo cada día al salir del trabajo lucía un par deenormes colmillos de jabalí sobresaliendo de su labio inferior. Su voz sonaba igual, el mismo "Buenas tardes" de siempre.
Después pasó lo mismo con la ropa. Al tercer día desaparecieron las marcas comerciales. Algunas costuras parecían estar hechas con hilos de enredadera de donde brotaban yemas verdes. Un agente de tráfico me escrutó con mirada de cabra mientras se colocó un sombrero de piel a topos, gente descalza por todos lados y algunas con zapatos de plataforma sospechosamente parecidos a patas de vaca.
Cuando las enredaderas empezaron a cubrir las paredes de los edificios ni siquiera me llamó la atención que a algunos les hubiese salido cola y trepasen en vez de usar las escaleras.
Al anochecer del sexto día hasta el soñar fue diferente pues eran las imágenes de lo que alguna fueron las oficinas donde se supone que trabajo. Al despertar caí en la cuenta de que la euforia de tener el anillo opacaba la intensidad del resto de los cambios. Me pregunté si no sería el responsable de lo que estaba pasando todo, si no estaría cambiando algo dentro de mí y no se trataba de mi entorno.
Intenté sacármelo del dedo. Lo intenté. Lo juro. Ahora mismo quiero hacerlo pero… las fuerzas me abandonan todas las veces. Con tan solo pensarlo caigo desolado, con la mirada perdida mientras todo sigue mutando alrededor.
Hoy la puerta de mi casa ha desaparecido justo detrás de mí y donde antes había asfalto, ahora todo es vegetación, brotan hongos enormes en el capó de los coches y las personas ya no son personas. Ahora todos visten igual, tienen aspecto peludo, caprino y con esos cuernecillos de donde cuelgan velos translúcidos hacia atrás.
Les sorprende mi presencia. Ahora todos me miran. Parece que aquí el cambio soy yo y tiene que ser por culpa del anillo. ¿Por qué se acercan ahora? ¿Por qué gritan? Tengo que quitarme el anillo.
Tengo que…
—Hemos encontrado a otro, lord Comandante —El general Slortz permaneció enhiesto mientras esperó las órdenes.
En la mente del Lord Comandante Pierrot, la invasión de estos nuevos seres empieza a ser preocupante. No es porque vengan con intenciones belicosas sino por un cúmulo de circunstancias como pueden ser su aspecto de humano escuálido y asustado, igual que si hubiesen crecido flotando en un odre de leche; que todos vengan extasiados y confusos, indefensos en medio de nuestro territorio; pero sobretodo es por esos anillos de darkonita con incrustaciones de Ankar.
—No son un ejército. Basta con verlos —Pierrot rezongó entre sus barbas—. Pero con esos anillos bien podrían serlo. Mátalo — Sentenció al fin.
------------------------------------------------------------------------------------------------- Segunda parte
Esta vez no me pillará por sorpresa. Como decía el Betto, “Oveja que bala, bocao que pierde”. Si me quedo mirando embobao cómo cambian las cosas alrededor, una de esas cosas vendrá por detrás a morderme el culo.
Me he dado cuenta de que aunque las paredes se vuelvan enredaderas y a la gente le salgan patas de cabra, yo sigo siendo el mismo. Con la misma ropa, el mismo sombrero calado, los mismos zapatos y la misma Smith & Wesson colgando del sobaco cargada de seis raciones de PUMBA.
No, esta vez no me pillará por sorpresa.
La última tuve la impresión de que esos engendros venían a por mí. Por supuesto que lo hacían. Llevaban a tres personas inconscientes en volandas. Todos con anillos como el que le robé a la joyera de los cojones. Si no llego a darme cuenta de su relación directa con los cambios podría haberme quedado allí para siempre.
Ahora creo que empiezo a controlarlo un poco. Sin embargo, todo apunta a que es algo imparable para mí. Una vez entras en contacto con estas joyas el viaje lo tienes asegurado. Lo malo es que al otro lado están esas cabras con forma de persona empeñadas en cazar humanos.
Me gusta lo verde… al menos tiene algo bueno.
No creo que me quede mucho tiempo para que vuelva a tener los dos pies en ese lado y por mis patillas que esta vez, además de la quitapenas voy a llevarme la tommy conmigo. Esta noche vamos a cenar carne de cabra, Jimmi.
Mierda. La mitad de las balas se han convertido en bellotas, los cartuchos de la recortada en tronquitos, nada que no lleve encima permanece como debería. Me veo obligado a huir hacia adelante, ponerme el anillo hasta la muñeca y colarme de lleno en esa realidad llena de cabras, cabros, bichóxidos y luminitas a base de trompadas.
Lo siento mucho, panda de setas y duendes narigudos, pero no fui yo quien se lo buscó.
Yo solo quería robar a una vieja viuda
¡Buenas noches amigos! Dejo un relatillo que se perdió entre los sueños del Leviathán.
LOS VAGABUNDOS
La noche veraniega invitaba al jolgorio y la fiesta. En la pequeña aldea sin nombre, la Taberna del Tejo bullía de actividad. La cerveza corría como solo puede hacerlo cuando hay una gran celebración, y en esta ocasión así era.
La guerrilla dirigida por el cacique Conroigh, en apariencia desorganizada y en fuga, se las había ingeniado para derrotar (tras varios audaces golpes de mano) a los incursores enviados por un señor de la guerra rival, enemigo de las gentes de la aldea boscosa desde hace años. Se había dado cumplimiento a lo que parecían leyes inmutables de la naturaleza. Pequeñas bandas lideradas por hombres de coraje que daban rienda suelta al goce de vivir, a la plenitud de quien otorga la muerte a quien lo merece; combatían por honores y tierras. Del mismo modo, estaban condenados a malvivir sabiendo que la derrota observaba paciente detrás de la siguiente primavera, conscientes de que una flecha en la noche podía dar al traste con todas las hazañas y canciones.
Los gritos de victoria resonaban en el interior del edificio; y el olor de la cerveza, la hidromiel y el kvar se mezclaban con la madera del suelo. Las meretrices se contoneaban regalando pícaras sonrisas entre los soldados, cada vez más ebrios y dispuestos a gastar unas monedas en eufóricos brindis o en los placeres de la carne.
En el exterior, los niños jugaban sabedores de que nadie se preocuparía de que se acostasen pronto. Esgrimiendo una espada de madera, Connor se acercó despacio a Garulf, el mayor de los participantes, que ya había sometido a Valirr contra el suelo y reía victorioso. Cauto, fintó en dos ocasiones y dejó que Garulf golpease, esquivando asimismo dos veces. Cuando vio la ocasión, contraatacó propinando fuertes golpes en el muslo, el hombro y la mano, desarmando finalmente a su rival. Garulf había vuelto a ser vencido. No en vano era el hijo del señor de la guerra local; y al elegir a los integrantes de cada bando en aquel juego infantil, Connor acababa acompañado de los más pequeños, pero la mayor parte de las veces se bastaba para coordinarlos y hacerse con la victoria.
Ayudando a Garulf a levantarse, Connor se percató de la presencia de los dos extranjeros. Altos, vestidos con extraños y gastados ropajes grises, Connor observó cómo ambos se sentaban en los tocones cerca de la hoguera. Era muy extraño que los guardias que patrullaban los alrededores del campamento los hubiesen dejado pasar. Había algo raro en los forasteros, un silencio expectante que se concentraba a su alrededor. Casi sin darse cuenta, niños y mozos de cuadra fueron ocupando sitios en torno a ellos, conscientes de algún modo de que algo importante estaba a punto de ocurrir.
El segundo de los viajeros iba totalmente embozado, y mientras los demás ocupaban sus asientos, colocó frente a sí un pequeño atril, y sobre él, un pergamino de vitela exquisita. De un gastado estuche de cuero extrajo varias redomas de colores vivos, así como finos pinceles de pelo de nutria.
En ese momento el primer viajero habló, y su voz grave se fue apoderando poco a poco del claro mientras comenzaba una historia que se remontaba muchas eras atrás. Había una sabiduría profunda en aquella voz, y un conocimiento insondable en aquellas palabras que de alguna manera se adherían al corazón de los oyentes. A lo largo del transcurrir de la noche, habló de hazañas antiguas, de cosas viejas y cosas nuevas, de secretos insondables y de prodigios maravillosos, en tanto su compañero trabajaba sobre el pergamino ajeno a cualquier interrupción. Los que podían desde su asiento seguir sus evoluciones, comprobaron cómo el viajero iba ilustrando cada historia que tejía su compañero, e iba cambiando de una a otra sin cambiar nunca el pergamino, mediante alguna técnica secreta que hacía que las escenas se superpusieran armónicas, creciendo y alimentándose de la anterior para maravilla de todos.
Las horas parecieron extenderse mientras una historia se entretejía con otra; cautivos los asistentes de la mágica voz del viajero, y en Connor despertaron sentimientos que en el momento no supo identificar con claridad. Un deseo de orden y paz nació en su pecho, y una comprensión lúcida se instaló en su mente. Con posterioridad recordaría cómo casi pudo vislumbrar altas murallas blancas y escuchar fanfarrias de plata. Podía sentir el calor reparador de las alianzas sin mácula, de una promesa de prosperidad alejada de la ruina de aquellos tiempos oscuros. Finalmente, oyó, o tal vez imaginó, sonidos de aceros y de tempestad, que cesaron súbitamente con el rugido de un león. Y luego se hizo el silencio.
Si sutil había sido el embrujo latente en los cuentos del extranjero, el despertar al finalizar los mismos dejó en la audiencia un sentimiento de pérdida y gran soledad. La hoguera casi se había extinguido, y en el horizonte empezaba a clarear. Pero en muchos de los que oyeron los relatos o vislumbraron las imágenes de la extraña pareja, quedaron encendidos unos rescoldos que se reavivarían llegado el momento.
Tras un largo y solemne silencio en el que nadie parecía querer romper el momento que de manera inevitable se acercaba a su fin, la atención de Connor se volvió entonces hacia el otro extranjero, que había recogido ya los pigmentos y comenzaba a guardar el atril entre sus pertenencias. Donde antes había estado el pergamino, Connor pudo distinguir el brillo de un pequeño colgante de marfil que era una réplica exacta de la última ilustración del viajero. Era ésta de bellísima factura, representaba la cabeza de un poderoso león blanco, con ojos brillantes engastados en ánkar azul, un ser majestuoso que emanaba respeto y devoción.
Los vagabundos partieron antes de la primera luz, y no volvieron a transitar esas regiones en muchos años. Connor corrió tras ellos, deseoso de conocer a estos peculiares personajes, pero parecían andar a grandes zancadas, y poco a poco lo iban dejando atrás sin atender a sus preguntas. Finalmente se dio por vencido, con un sentimiento de congoja y pérdida en el corazón. El viajero embozado frenó por un momento, y girándose solo a medias lanzó un objeto pequeño hacia Connor. Con la mano derecha lo atrapó sin dificultad, para comprobar que se trataba del pequeño amuleto de marfil. Cuando levantó la vista, la extraña pareja se había desvanecido entre las primeras luces de la mañana.
LEIDOS Y RESUBIDOS ACTO I & II. Completos.
Acto I: Baladas malditas y cerveza mala.
Taberna del Goblin Glotón, a dos jornadas a caballo de Goblingburgo.
-Acercaos nobles paisanos- Irhös rasguño su laud para llamar la atención, sería un público difícil, los goblins se aferraban a sus bolsas como garrapatas a un perro y el resto, bueno, el resto estaba tan borrachos que serían presa fácil para sus ágiles dedos.
Sonrió para si- escuchad atentamente, esta noche regalaré vuestros oídos con la Balada del Maldito…pero antes posadero una cerveza de Meltaz-un orco con más cara de enemigo que de amigo, le sirvió la cerveza en una jarra que había visto poco el agua en las últimas décadas, cuando Irhös fue acogerla este le sujeto la mano.
-Ves esto- le señalo el tabernero en dirección a la pared de su espalda. Una docena de manos, de casi todas las especies, embellecían tan ilustre lugar - Si no me pagas…tu mano terminará ahí.-le sujeto hasta dejarle los nudillos blancos.
- Eso explica la fragancia de tan magnifico local- algunas manos solo eran jirones de carne y hueso, otras más frescas, disfrutaban de la compañía de las larvas. Garraspeo. Rezo una plegaria Fitheack, el espíritu del cuervo:
“Que mis ojos capten el fulgor del oro, plata, joyas o ankar por igual,
Que mis manos tengan la presteza de tus alas al volar
Que en caso de necesidad, mis piernas tengan tu celeridad para escapar”
Le dio un sorbo a la cerveza, contuvo la arcada que le dio y sonrió al tabernero.
-La mejor que he probado, ummm, deliciosa- el vómito de orco seguro que sabrá así, penso. Comenzó a tocar su laud:
Irhös miro a su público he hizo una reverencia. Solo se oyó el aleteo de alguna mosca, y algo que se retorcía en algunas de las trampas que habían desperdigadas por la taberna.
Un aplauso solitario rompió el incomodo silencio.
El posadero cogió una y la mordió, no era la primera vez que intentaban engañarlo.
Los lugareños, que no apartaban los ojos de la extraña pareja pronto volvieron a sus conversaciones y a sus brebajes.
La veloz mano del anciano se cerro alrededor de muñeca de Irhös como si fuera un cepo, con la diestra sacó un puñal con una serpiente por empuñadora y con un rápido gesto la clavo en la mesa justo en el lugar donde unos segundos antes había estado la mano de Irhös.
Irhös levanto ambas manos, en una llevaba la bolsita de terciopelo verde.
Irhös sonrió, total no era su dinero.
Irhös saco la esfera de su jubón ¿no pareces gran cosa? Tendré que ir a Re-hegor, allí hay alguien que tal vez me diga lo que eres.
Nota mental no volver a cantar la Balada del Maldito, era la segunda vez que la cantaba y la segunda vez que tenía que salir huyendo.
Acto II: Pieles
Calabozos de la Sierpe, zona occidental.
¿Cuál había sido su pecado? El haber querido demasiado, pero ¿cuánto es demasiado?- Hörs, suspiró mientras observa por su ojo izquierdo sus muñecas encadenadas y la carne comenzaba a caerse. Tenía que darse prisa, no aguantaría más la piel que la envolvía, volvió a suspirar- lo suficiente como para terminar en una nauseabunda mazmorra donde las ratas te devoran vivo. Espantó los lúgubres pensamientos que se apoderaban de ella silbando la balada del maldito.
Las llamas de las antorchas fluctuaron hasta apagarse, las ratas, que hasta unos segundos roían los restos del anterior compañero de Hörs, se retiraron apresuradamente a sus escondrijos en las paredes.
Silencio. Silencio roto por los latidos de un corazón.
La sangre palpitaba en los oídos de Hëlta, un miedo primitivo se apoderó de él.
El guarda Hëlta salió por la puerta de acceso, silbando la antigua balada del maldito.
-Hëlta, límpiate las botas, tienes trozos de algo- Le espetó el sargento de la guardia Ferior- Ve a la puerta principal, viene otro cargamento de esa escoria y date prisa, necesitan de tu cariño- le dijo el sargento guiñándole un ojo.
Ferior movió su densa mole hacia los barracones. Notó una punzada en el pecho, un erupto pensó, sus ojos bajaron hasta su pecho donde sobresalía una espada, no le dio tiempo a pensar más, la espada se deslizo hasta que no encontró resistencia. Hëlta limpio las botas en un trozo de tela que quedaba indemne de sangre.
Hëlta llegó a la puerta principal, un carromato con una veintena de aldeanas, elfas y alguna goblin se acinaban en el estrecho espacio, el hedor a muerte y desesperación las rodeaba.
Hëlta los miró a través de unos parpados hundidos- No es mi problema- pensó- unos pasos más y estaría fuera de las murallas, tenía quedarse prisa antes de que descubrieran su “pequeño” encuentro con el Sire del noveno regimiento de la sierpe. Por fin sabía dónde tenía que ir. El camino hasta el puerto quedaba a una jornada de viaje, de allí…sus elucubraciones sobre su viaje fueron interrumpidos por los gritos de las nuevas prisioneras.
Hëlta paro en seco- expiar la culpa- desenvaino la espada, la puerta del carromato cayo pesadamente al suelo – marchaos, vamos, LAAAAAARGO- grito una voz extrañamente femenina
Ahora el truco final -Hörs sonrió- la cara de Hëlta pareció ergirse y con un bamboleo, realmente rápido, para ser una cara sin cuerpo se dirigió hacia los guardias que huyeron despavoridos.
Hörs corrio tan rápido como pudo, le ardían los pulmones, tras casi media hora encontró un claro en el bosque. Con rapidez se quito la ropa del guarda.
La piel, de lo que antes había sido el capitán de la resistencia, comenzó a resbalar dejando ver los vendajes que cubrían sus pechos y un taparrabos.
Odiaba tener que ponerse las pieles masculinas, unos pesados testículos cayeron al suelo.
El tatuaje de ankar amarillo de su espalda parecía refulgir. Por fin se donde esta el colgante. Le había sacado la información a esa asquerosa serpiente, su hechicero había partido hacia Re-hegor.
Se puso la ropa del guarda y comenzó a andar. Confiaba en que Xïne la proveyera de lo que necesitara.
LEIDO Y RESUBIDO ENTREACTOS: DOLOR y ORIGENES: HÖRS (breve introducción al ankar amarillo)
Entreactos: Dolor
Prólogo:
Salón central del Fortín del Noveno Regimiento de la Sierpe, un día antes de la huida de Hörs.
Ka´deth odiaba la prepotencia de Vicxer, siempre mirándolo por encima del hombro, esperaba que los montaraces lo hubieran desollado vivo, sonrió imaginándolo, dejó de prestar atención a su Sire.
Pitrez se percató, desenvaino la espada dejándola lo suficientemente cerca de la garganta del hechicero, un hilillo de sangre comenzó a deslizarse por la espada.
-… te darán un sobre lacrado mágicamente, y además, tendrás que entregar esto- dijo señalando el colgante.
El día anterior se habían hecho con una gran cantidad de prisioneros y de objetos, entre ellos aquel extraño colgante, que coincidía con lo que buscaban los nigromantes, una piedra de ankar amarillo engarzado en lo que parecía una garra de plata.
- Lo llevarás a Re-hegor -prosiguió-, allí, te reunirás con los nigromantes de Nerox.
Clavó un poco más la hoja en su garganta Pitrez, sino fuera porque el único hechicero que tenía le hubiera cortado la cabeza.
-No fracasarás, ¿verdad?.
- No, mi Sire, no lo haré- su voz era un susurro.
Ka´deth salió con un par de escoltas del fortín, esperando que su misión no le llevara demasiado tiempo y que el idiota de Heltä no matara al prisionero, sentía que tenía algo especial pero no había podido estudiarlo con detenimiento.
La tormenta arreciaba a medida que se acercaban al sur de la Frontera de Herezrin, el camino a cada paso, estaba más embarrado dificultando su avance, su humor empeoraba como lo hacía el tiempo.
Calados hasta los huesos y tiritando llegaron al punto de encuentro bien entrada la noche.
Una pequeña tienda de campaña, apartada del resto, pasaba desapercibida , pero un ojo entrenado se daría cuenta del roto de la parte delantera semejante a un gran “S”, había que ser discretos.
Ka´deth y los soldados se acercaron lo suficiente para ser identificados.
Vicxer salió de la tienda con paso vacilante, las costillas todavía le dolían de la pelea con los montaraces, uno más salió tras él del interior de la tienda con signos de haber ganado una pelea por poco, el otro soldado, sentado al lado de la hoguera, dejaba ver magulladuras, cortes y la falta de una oreja.
Malheridos, sucios y de mal humor, no estaban para aguantar al idiota del hechicero que sonreía abiertamente al ver el estado del comando.
Vicxer escupió al suelo en dirección a los pies del hechicero.
Ka´deth movió la mano delante de él como si espantara una mosca con la otra se preparaba para crear unos zarcillos de sombras, cuando una masculina y a la vez melodiosa voz les interrumpió.
Una sensación de paz los envolvió a todos.
Los soldados rodearon al extraño mazas y espadas en mano.
El hechicero, tenía que cumplir una misión, pero su mente divagó en lo que podría hacerle a aquel extraño, estaba perfeccionando un nuevo método de tortura en qué consistía en introducir astillas de ankar negro entre las uñas y la carne, éstas poco a poco ascendían hasta el cerebro atravesando piel, músculo, hueso… era sublime ver el sufrimiento en los ojos.
Ka´deth se sorprendió de que aquel extraño escuchara sus pensamientos, y se apresuró a invocar unos zarcillos de sombras a través del anillo ankar negro, y sin pestañear, los proyectó hacia el angelical sujeto, empalándolo.
Vicxer hizo descender su maza sobre la cabeza del extraño, y las espadas de los soldados se hundieron en su cuerpo.
-¡Qué pena!, hubiera sido un buen ejemplar- dijo Vicxer mientras retiraba la maza del rostro del aquel angelical rostro, con tanta fuerza que un trozo de cráneo y restos de ¿Cerebro? Saltaban hacia su mejilla.
Los soldados, a su vez retiraron las espadas del cuerpo inerte.
Lo que unos segundos antes era un cuerpo destrozado, se había erguido, el hábito se deslizaba por su cuerpo hecho jirones, el extraño llevó un dedo a sus labios.
El rostro que unos minutos antes había sido angelical se había desfigurado en una máscara de crueldad, unos ojos negros como la noche, carentes de vida, contemplaban como se retorcían de dolor los soldados, allí donde su sangre había caído, corrompía todo lo que encontraba a su paso, daba igual que fuera metal, carne o hueso.
Ka´deth vio como latía un corazón a través de una caja torácica que era todo hueso.
Kalaziel atrajo hacia si la corrupción, recuperando su cara angelical.
Montó en uno de los caballos camino hacia Grothâr.
Hörs, muy pronto nos encontraremos –susurro Kalaziel.
La tormenta por fin estalló.
Epílogo:
Hörs sintió un escalofrío, su tiempo se agotaba.
Orígenes: Hörs
La sala del ala norte del Arca, no era la más grande, pero si la más apartada del scriptorium y de los valiosísimos libros, manuscritos, pergaminos y objetos mágicos que albergaban los estantes de la Gran Biblioteca.
El mago de primera clase Werdcan, había sido "invitado" a ocupar esta sala, después de que los futuros paladines, sembraran el caos en una de las salas, al intentar recrear una de las hazañas de Connor combatiendo contra un ente oscuro.
Werdcan comenzó la lección de historia sobre el ankar amarillo
En los tiempos de ....
Hörs se quedó contemplando la escena de una de las vidrieras por la que se filtraba la luz de la mañana. Ésta, representaba a Keplex, el espíritu caballo, corriendo por la superficie de un lago, su silueta se recortaba en una noche estrellada y en su galopar, ondas de ankar azul, se propagaban en una onda infinita por la superficie del agua. Sin embargo, su belleza y serenidad eran un ardid. Keplex se acercaba mansamente para ser acariciado, cuando el incauto iba acariciar su cabeza, Keplex lo arrastraba al fondo del lago, para allí, devorarlo sin piedad.
Bueno, Hörs, ¿qué hemos aprendido hoy?- el mago de primera clase Werdcan preguntó sin despegar la vista de uno de los manuscritos de su mesa. Al no obtener respuesta, levantó la mirada del manuscrito.
Se oyó alguna risilla, que cesó rápidamente bajo la enojada mirada de Werdcan.
Otra vez- pensó el mago. Creía que después del último castigo, Hörs había aprendido a no quedarse dormida durante las clases.
El segundo volumen del Tratado Primero de los Espíritus del Anima, cayó pesadamente al lado de la cabeza de Hörs sobresaltándola, justo en el momento que Keplex la miraba con sus ojos color fuego y abría su boca....
Hörs ¿Has aprendido algo hoy sobre el ankar amarillo?- Pregunto Werdcan sin muchas esperanzas.
Los aprendices de la Orden se dirigían al scriptorium, en absoluto silencio, cuando al pasar cerca, de una de las ventanas abiertas del aula de Werdcan, se detuvieron a escuchar que respuesta daría un futuro paladín.
Hörs apartó la mirada de la vidriera para buscar con la mirada desde donde venía la angelical voz. Uno de sus compañeros lo localizo , todos se giraron para ver al joven aprendiz de taumaturgia acompañado por los demás aprendices de la Orden.
Hörs se quedó unos segundos observando al joven.
Werdcan anuncio que la clase por aquel día había terminado. Hörs se quedó la última para conocer su castigo.
Esa noche, Hörs apenas durmió, Keplex la perseguía por un campo de batalla llena de cadáveres en descomposición, uno le cogió el brazo....Keplex la alcanzó, abrió su boca…y la oscuridad la engulló.
De un salto se despertó, allí donde el cadáver la había cogido, una marca con forma de mano le ardía....
Capítulo 7 de las aventuras de Kalÿatâr.
Despierto del trance con un dolor de cabeza que me dan ganas de vomitar.
-Hijo, ¿Te encuentras bien?
-Si, venerable Drelanör, -contesto sujetándome la sien.
-Lo que hayas visto y experimentado, para ti queda, sobre todo si has averiguado el verdadero nombre de tu compañero. -Rápidamente, busco con la mirada a Lince, y compruebo que sigue al otro lado de la hoguera mirándome fijamente.
-Por tu aspecto, creo que lo mejor sería que lo dejáramos por hoy, mañana por la mañana tengo unos asuntos que atender, vuelve aquí después de la hora de comer, y desarrollaremos un plan para recuperar lo que ha sido robado del Claro de los Montaraces.
Me despido del anciano, y Lince y yo nos retiramos.
-<<Lince, ¿Qué tal te encuentras?>>
-<<No sé, ha sido todo un poco raro>>
-<<Pero ¿Raro bueno o raro malo?>>
-<<Simplemente, enterarme de que tengo una familia ha sido toda una sorpresa>>
-<<Mañana, antes de ir a ver al anciano pasaremos por la biblioteca a ver si sacamos algo más en claro, un buen punto de partida ya lo tenemos, sabemos tu nombre y el de tu hermano, así que debería ser relativamente sencillo de averiguar>>
Llegamos bien pasada la hora de comer a la posada de Thaugen, y allí, el buen enano, nos saluda con su habitual optimismo.
-¡Uy uy uy! vaya aspecto que me traéis, ¿Os encontráis bien?
-Bien, bien, maese Thaugen, hambrientos como si no hubiésemos comido en meses.
-¡No en mi guardia! – replica Thaugen mientras se dirige con presteza a la cocina.
Thaugen prepara un buen cuenco de estofado para mi y otro para Lince, después de dar cuenta del postre, subimos a la habitación, y mientras aprovecho para asearme Lince ya está ronroneando en la cama. Repasando en mi mente los sucesos del “unio animarum” empieza a atardecer, cojo 2 pipas y el tabaco y bajo al porche.
-Esta noche llegas tarde -me espeta el enano.- casi se nos calienta la cerveza.
-¿Cerveza caliente? ¡No en mi guardia! -contesto imitando la voz del enano y casi haciendo que escupa su primer trago.
- Creo que es la primera vez que veo un semielfo con sentido del humor, será por tu ascendencia humana.- dice sin parar de reír.- Vayamos al porche y disfrutemos de esa pipa, que huelo ese tabaco élfico desde aquí.
Nos sentamos tranquilamente bajo el farol de la entrada, allí dos cómodas butacas nos invitan a sentarnos y descansar.
-¿Qué tal ha sido la reunión con Drelanör?-comienza Thaugen.
-Bien, digamos que reveladora en lo que a Lince se refiere, aunque estamos agotados.
-Supongo que el “unio animarum” pasa factura. -me quedo sorprendido ante ese conocimiento.- No me mires así Kalÿatâr, es casi un secreto a voces, no es que lo sepa toda la aldea, pero tampoco es un secreto hermético.
-Vaya, pues una vez roto el secreto podré contestar con cierta libertad, la verdad mi buen Thaugen, es que, sí que pasa factura, me duele todo el cuerpo y ¿Te imaginas a todos los bardos de Goblinburgo resonando en tu cabeza? Pues algo parecido.
- ¡Hahahaha!, no te envidio en absoluto, por cierto, ¿Has podido hablar con el Anciano sobre que hacer con el robo del mapa de las líneas ley?
- No, la verdad es que, entre las reuniones, llevar a Lince a la boticaria, no hemos hablado nada sobre ese tema, lo único que he sacado en claro de los últimos meses, es que hay que recuperar ese mapa, que probablemente se he llevado a una de las minas al norte, que la Sierpe está implicada, y el verdadero nombre de Lince ¿Por qué lo preguntas?
- Porque a por orden del Anciano, Dhrosod me ha comunicado su deseo de que me una a ti en esa misión.-me quedo sin palabra ante esto.- Quédate quieto y observa
Thaugen, levantándose, procede a coger un puñado de tierra depositándolo en el suelo, se remanga, y ahora puedo ver los intrincados tatuajes que con un leve brillo reflejan luz del farol. Mira a ambos lados, asegurándose de que no hay nadie en la calle, y juntando las palmas de las manos mientras recita un sortilegio, los tatuajes de ambos brazos, se iluminan un poco más cuando el puñado de tierra se convierte en una suerte de lanza, y volando, se clava en la madera a poca distancia de mí, volviendo a ser un inofensivo puñado de arena. Una vez finalizado el encantamiento de Thaugen, los tatuajes dejan de emitir su brillo.
- No me mires así, o ¿acaso pensabas que soy un simple mesonero?
- ¡Eres del Clan de la Tinta!, pensaba que La Sierpe había acabado con todos vosotros.
- ¡Shhhhhhh! No lo digas en voz alta, que esto si que es secreto, sólo el consejo conoce este detalle. Ahora, vamos a descansar, que para un solo día ya has tenido suficientes emociones.
Aclaración al nombre de Lince:
Un espíritu tiene un nombre verdadero el cual sólo su círculo más cercano conoce, este nombre le daría a un hipotético agresor el poder de dominar al espíritu contra su voluntad, aparte de que los ataques mágicos serían más efectivos si el atacante conoce el verdadero nombre del espíritu al que ataca. El espíritu puede tratar de resistirse a esa dominación, pero es muy difícil que lo consiga. Por el riesgo que conlleva, a pesar de que su nombre es Tsâwa, seguiremos llamándole Lince. ¡Quién sabe los lugares donde La Sierpe acecha!
Orígenes: Tikvá
(Nota introductoria: Sirva este relato para añadir una nueva región al mundo de Kadazra. Aún no se ven en él elementos propios de lo que hemos tratado hasta ahora, pero se desarrollarán en posteriores entradas)
SANGRE EN TATSUMURA, PRIMERA PARTE
Más allá del Cinto de Tormentas, las aguas del mar oriental son calmadas y turquesas.
Las leyendas cuentan como en el amanecer de los tiempos, los Dragones del Mundo moraron en algún punto de estas aguas tranquilas. Apelando a una mínima fracción de su poder, erigieron el Gran Laberinto de Coral; una infranqueable barrera de atolones y formaciones sintientes que protegían su interior. Y en este nido oculto a cualquier mirada, depositaron siete huevos, que debían albergar la esencia misma del mundo en sus siete aspectos fundamentales.
En esos tiempos de orden y paz, los Dragones supervisaron el nacimiento de todas las cosas, y les dieron nombres hermosos. Pero desde el Vacío, algo se arrastró sigiloso hacia el mundo, y se derramó sobre las aguas calmadas. Wuji, la esencia misma del Caos Exterior, Engendro del Vacío, alteró el orden establecido, corrompiendo Tierra, Vientos, Agua y Fuego, y los utilizó contra los Dragones del Mundo. Los mares bulleron con ira, los vientos huracanados aullaron descarnando los bosques, grandes fuegos y terremotos asolaron la tierra. Hubo entonces guerra, y cuando el Wuji se reveló en su verdadera y monstruosa esencia, los dos grandes espíritus lo combatieron, desterrándolo de nuevo al Vacío.
Pero grandes fueron los males acontecidos sobre el mundo, y los dragones entregaron sus mermadas fuerzas para salvación de todas las cosas, y nunca se les ha vuelto a ver. Sin la presencia de sus progenitores, la mayor parte de los huevos que dejaron se fosilizaron y descansaron en un sueño eterno, dando lugar a las islas de Tatsumura: Inago, Ryutama, Tatsu, Lao-Chang y Fukugawa. Pero los dos huevos restantes eclosionaron y ascendieron radiantes de luz y de poder, y uno de los retoños fue conocido como La Dama Sol, siendo su hermana La Dama Luna.
Incontables veces los retoños de los Dragones han sobrevolado los cuerpos dormidos de sus hermanos, y sobre ellos aparecieron pueblos que eran parecidos a niños jóvenes. Asustados, pidieron consejo a los Kami, y bajo su guía y tutela aprendieron el Idioma del Dragón, y poco a poco, prosperaron dando lugar a los Grandes Clanes de Tatsumura. Con el tiempo, la necesidad de orden y prosperidad condujeron a la creación de la Gran República de Tatsumura, cuya gloria y esplendor duran hasta nuestros días.
El cuervo presagia un día funesto. Ha sobrevolado el Gran Atolón, surcando el cielo por encima de las aguas en reposo, buscando la tierra firme. Ha podido observar el elevarse de los dos Dragones del Mundo, enormes embarcaciones voladoras que son la punta de lanza de la armada imperial. Pese a su tamaño, los gloriosos estandartes y las armas listas y dispuestas, el nombre le resulta pretencioso. Adentrándose en la gloriosa Fukugawa, ha observado a los campesinos trabajando en los campos de arroz que son el orgullo de la República. Continuando con su periplo, busca llegar al Palacio de Fukugawa-Tetsuya, el daimio de la provincia. El palacio tiene una construcción delicada y exquisita, y aparece en su rango de visión cuando la Dama Luna comienza a recorrer el cielo. Exhausto y al borde del colapso, finalmente descansa sobre la rama de uno de los cerezos que vigilan los jardines.
Nada interrumpe la quietud de la noche. Cuando el cuervo se posa, Kiwa abre los ojos e interrumpe su meditación. Observa al cuervo, y sabe que la hora ha llegado. El kimono ceremonial es de un blanco sin mácula, al igual que el obi; y junto a ella reposa un wakizashi de bella factura con una hoja afiladísima, ya desnuda. Su asistente permanece inmóvil y en silencio tras ella. Musita una última plegaria antes de proceder con el ritual que restituirá su honor y el de su familia, pues hay vergüenzas que solo pueden ser purgadas mediante la muerte.
Capítulo 8. De las aventuras de Kalÿatâr.
Anteriormente en este relato:
Kalÿatâr el montaraz, sigue la pista a un oso que, debería estar hibernando, al que salva la vida, y de paso, se encuentra un lince boreal donde no debería haber ninguno. Sospechando que algo puede estar perturbando a los animales del bosque, se acerca al Claro de montaraces de Nazadra a preguntar a sus hermanos. Allí descubre horrorizado que han sido todos masacrados por “La Sierpe”, después de enterrarlos, resuelve dirigir sus pasos a la aldea druida más cercana, a pertrecharse, descansar y a que un druida revise a su nuevo compañero. En la aldea descubre que “La Sierpe” ha robado el mapa con la ubicación exacta de las líneas ley, con la intención (supuestamente) de excavar el ankar más puro, y que Lince, es en realidad Tsâwa el espíritu mayor del viento reencarnado.
<<El cazador, agazapado, acecha a su presa desde lo más alto dando un paso a cada vez, despacio, sin prisa. La presa gruñe dormida, sin percibir la presencia del cazador el cual, espera pacientemente la mejor ocasión.>>
-¡Nononononono Lince nooo! -Mierda-.
-<<¡Whaaaaaaagghhhh! ¡Al ataqueeee!>>
-<<Lince, te voy a matar, mis costillas>>
-<<Rápido, arriba, que tenemos una “libroteca” que estudiar>>
-<<Es biblioteca, y lo que tenemos que estudiar son los libros que se encuentran dentro>> -Digo gruñendo con dolor de todo y necesidad apremiante de café. Mientras me despejo un poco, le comento un par de cosas a Lince:
-<<Antes de salir de la habitación deberías de saber algo, no todo el mundo va a ser tan afable como maese Thaugen, la boticaria, o el Anciano Drelanör, así que seguiré llamándote Lince en vez de Tsâwa, sería peligroso que alguien averiguase tu nombre, y lo otro que quería mencionarte es que no hables con nadie que no sea yo o alguien de nuestra absoluta confianza, en el reino espiritual no sé cómo funcionan estas cosas, pero aquí en el mundo material, los compañeros animales, sólo pueden hablar con la personas a las que se vinculan, es algo que también sería muy peligroso, ¿Entiendes el porqué de estas precauciones?>>
-<<Si, imagino que conocer a esa “Sierpe” de la que tanto habláis, no me haría ningún bien>>
-<<Más o menos eso, anda vamos a desayunar algo que hoy tenemos el día ajetreado>>
Saludo al Thaugen que está atendiendo sus labores como siempre, devoro el desayuno y nos dirigimos a la biblioteca, que está justo en un anexo en edificio principal de la aldea. Nada más entrar observo al hermano druida del mostrador, y le reconozco de inmediato.
-Buenos días hermano Edhël´ta, no sabía que vos fueseis el hermano bibliotecario.
-¡Hombre! Hermano Kalÿatâr, observo con alegría, que vuestro pequeño amigo, ha visto mejorada su salud. ¿Qué os trae por esta humilde biblioteca.
-Poca cosa hermano, dispongo de unas horas antes de reunirme con el Venerable Drelanör, así que quisiera aprovechar para estudiar algo sobre la zona que queda al norte de Nazadra, y algo sobre la genealogía de los espíritus, donde encontrarlos, como evitarlos.
-¡Ummmmmm! Vamos a ver que piense… si, el primero, lo tienes es el tercer pasillo de la derecha, “Geografía y geología de Kadazra Volumen 6” en ese volumen está Nazadra, en cuanto al segundo tomo, lo tienes justo al final de ese mismo pasillo “Seres del Reino Espiritual” hay 6 volúmenes, Tierra, Fuego, Agua, Aire, Luz y Oscuridad, y al fondo tienes el scriptorium, para que estés tranquilo.
Doy las gracias al bibliotecario, cojo varios de los tomos que me pueden interesar, y vamos al scriptorium.
-<<¿Para que has cogido tantos libros? ¿Creía que solo íbamos a ver mis orígenes?>> -Pregunta Lince con nerviosismo.
-<<Tranquilo Lince, básicamente para jugar al despiste, si cogemos varios tomos, nadie sabrá exactamente que estamos buscando, tengo bastante claro, que tienes que ser un espíritu del aire, que es donde están clasificados los espíritus de las tormentas, podría ser que fueras de agua, pero me extraña mucho>>
-<<Me siento como una cosa>>
-<<No te sientas mal, ten en cuenta que es como si quisieras buscarme a mi de entre todos los seres del mundo material, de algún modo había que facilitar la tarea>>
Nos acomodamos en el scriptorium, y lo que encuentro en los libros en el apartado de espíritus del aire es lo siguiente:
La historia de Tsâwa y Gnïst
Ambos hermanos, suelen ser bien recibidos. Sin embargo, cuando están emparejados los dos, pueden llegar a ser una fuerza devastadora, llevando grandes tormentas y tifones allá donde se encuentren.
Gnïst es el más destructivo y terrible de los dos. Es el dios del trueno, las tormentas y los rayos.
Gnïst, aunque más temperamental y serio que su hermano, también es adorado y querido en aquellas tierras donde el Sol y el calor suelen ser más inclementes. Todos los granjeros, suelen hacer ofrendas a Gnïst y también a los espíritus Uaur después de la cosecha, para agradecer sus bendiciones. Se dice que Gnïst tiene gran debilidad por las manzanas lo cual hace que los Uaur le persigan para conseguir el preciado botín.
Tsâwa es de un carácter más calmado, y de carácter algo más bromista que su hermano. Como espíritu del viento, invoca las suaves brisas del verano, y sopla el viento que hace navegar a los marineros, rara es la nave que no porta una estatuilla de Tsâwa en el puente de mando, para así ganarse el favor del espíritu.
Tsâwa siempre está en movimiento. Nunca está quieto y parece estar en todas partes a la vez.
Ambos son hijos de Rua-Vannaÿth, la diosa madre primordial y creadora del mundo y de Lua-Vannaÿr, el dios forjador de cuya fragua brotaron las chispas que se convirtieron en las estrellas…
-<<¡Vaya!, es toda una revelación! ¿Estás bien?>>
-<<Si, la verdad es que contento de haber venido a la “libroteca” y saber quién soy, aunque me gustaría preguntar a mi madre si sabe por qué estoy aquí>>
-<<Es biblioteca, y en cuanto encontremos un templo dedicado a tu madre, podremos preguntarle, y si somos dignos, ella nos responderá, ahora vamos a ver al Anciano Drelanör>>
Lo de “libroteca” viene porque hay muchas cosas que Lince, al igual que la inmensa mayoría de espíritus, desconoce del mundo material, por eso todo le fascina, o le llama la atención, se equivoca con palabras y algunos conceptos que no suele usar, de hecho ahora mismo, Lince está convencido de que una sierpe gigante va a por él
La carga de la caballería de la Quebrada de Kawainn :
Observo el campo de batalla que se extiende ante mí, mientras espero la flecha que nos avisará de que es la hora.
Las huestes de “La Sierpe” están al llegar sin saber lo que está por venir, a mi izquierda se encuentra Smooky, la Reina de los piratas, ha unido bajo mi bandera del León a todos los ladrones y asesinos de Kadazra, eso sí, por una buena paga.
Al otro lado del valle, está el grueso de la fuerza, en un extremo Älb el Oscuro, y su Clan de la Noche Eterna, nadie los conoce bien del todo, sólo se oyen rumores y leyendas, de momento me han jurado lealtad, espero que el precio de su alianza, no sea demasiado alto.
En lo más alto de la montaña, Ohm-Här el Manco, liderando a los mejores arqueros que existen en todo Kadazra, ojalá esté a la altura de su predecesor.
Y en el otro extremo, preparados para atrapar a “La Sierpe” al final del acantilado, está Josh-EnDäv liderando a todos los guerreros del Clan de La Tinta, locos como cabras, pero fieros y leales combatientes que siempre han estado a mi lado cuando más les he necesitado.
He repasado el plan miles de veces en mi cabeza, y he rezado a todos los espíritus que se pongan de nuestro lado en esta batalla.
Oigo el avance de “La Sierpe”, estamos todos en el máximo silencio posible, agazapados tras las rocas, espero que los conjuros para camuflarnos usados por el Clan de la Noche Eterna funcione.
¿Dónde está esa maldita flecha? Aguanto la respiración para no hacer ningún ruido. Cuando pensaba que todo se estaba yendo al traste, aparece la saeta encendida, doy gracias a los dioses, levanto mi espada a modo de señal el sonido de miles de cuerdas , confirma que Ohm-Här está haciendo bien su trabajo, y efectivamente, los arqueros disparan andanadas de flechas que oscurecen aún más el cielo del atardecer, lo que le sirve a Josh-EnDäv y a Smooky de señal para salir corriendo a interceptar a “La Sierpe” y nosotros, nos lanzamos en lo que espero que no sea la última carga de caballería.
Entreactos: Hilos & Vendas.
El Destino de nuestros protagonistas comienzan a entrelazarse en el Tapiz de la Vida y la Muerte, donde el pasado, presente y futuro se materializa en hilos dorados y cobrizos para humanos, goblins, orcos…los hilos negros son reservados para las nuevas criaturas venidas de otros planos, para los no-muertos, para los que juegan con la muerte…y entre todo aquel aparente caos de hilos entrecruzados, hilos sueltos e hilos deshilachados, refulgen los hilos plateados de aquellos que están destinados a hacer grandes cosas ¿buenas o malas? Solo el tiempo lo dirá….
Atrok frunció el ceño, la trama de una vida aparecía enmarañada.
XXXXX
Bosque de Baru, a una jornada y media al sur de la ciudad fortificada de Sisboru.
La tienda de campaña de la General Groan bullía de actividad.
Alguien carraspeó, todos se giraron para ver al clérigo Maz.
La General rodeó la mesa, en una zancada había acortado la distancia que la separaba del clérigo, se quedó tan cerca, que al hablar lo salpicó de saliva cuando le dijo:
- Reclutarás a dos de los tuyos que tengan el raciocinio justo para no cagarse encima...
El clérigo intentó rebatirla, pero al contemplarla tan de cerca, pudo apreciar los rasgos de fiereza que delataban el linaje del que descendía la General.
Todos rieron menos Maz.
Maz sabía a quienes iba a mandar, salió de la tienda y buscó un sitio tranquilo, sujetó el emblema de Aquelor la Gran Águila Negra y le imploró:
“Aquelor, perdóname, sé que son unos inútiles en combate, pero permíteles que lleven a buen fin esta misión, necesitamos que Kaelrian regrese a nuestro seno y restituya el honor de nuestra Orden”
Dos horas más tarde, Deven y Halfrieda, los peores y más inútiles clérigos de combate, partían camuflados en las carretas multicolores de los gypsios, con la misión de rescatar a Kaelrian de la prisión de Johthot.