A la atención del Pequeño Gabinete de Curiosidades.
Buenas y primigenias noches. Con todo el dolor de mi corazón, y de otras partes de mi cuerpo, me veo en la necesidad de deshacerme de mi dildo: Ventositas.
Ventositas llegó a la parte baja de mi regazo hará un año.
Durante una inspección semanal de las salas de tortura del Gran Soñador, mi marido encontró el dildo abandonado, después de muy pocos usos, al lado de un cadáver sonriente. Le dio pena y me lo regaló para que alegrara mis noches solitarias.
No tiene color definido, es verde, purpura y azul a la vez (según del humor que esté). Tiene forma de un apéndice tentacular. Treinta centímetros de largo (cuando está bien alimentado) y de ancho unos diez, que van decreciendo hasta terminar en una puntita púrpura.
Viscoso y vicioso al tacto. Rodeado por dos hileras de ventosas suaves y blanditas como las gominolas, pero no en su sabor. Recomiendo lamerlo con uno o dos caramelos de menta en la boca.
No emplea pilas ni se carga por USB. Se alimenta de la frustración de la gente. A mayor nivel de energía acumulada mayor placer siente una o uno, es unisex.
Se preguntará porque si están maravilloso porqué quiero venderlo, pues verá.
Hace unas semanas, mi marido se jubiló. Ventositas me había hecho gozar tanto cuando estaba sola, que pensé ¿por qué no disfrutar los dos de una noche salvaje, que puede salir mal?.
Con ese pensamiento me lancé al metro en plena hora punta para cargarlo. En menos de veinte minutos estaba listo.
Lo tenía todo preparado, sólo quedaba activar a Ventositas. Como marca el ritual inscrito en su base, lo froté tres veces mientras imaginé cuantos tentáculos y el grosor que iban a tener.
Después de unos segundos, y bajo la atenta mirada de marido, comenzó a bambolearse, a alargarse y, aquí llega la mejor parte, a dividirse hasta en ocho tentáculos.
No sé si fue la cantidad de apéndices, el grosor de los mismos o la energía que tenían, que sin entrar en detalles (si me lo piden se lo contaré a Igor Tasador) que terminamos en urgencias con varios dedos dislocados, algunos dientes sueltos, varias costillas rotas y desgarros en las zonas más sensibles.
A la semana de salir del hospital, mi marido me dio un ultimátum: Ventositas o él.
Creo que se sintió intimidado cuando realizamos la posición del pulpo invertido, ya le había dicho, que mejor usáramos la posición del pulpo a la feria, que necesita menos flexibilidad. En cualquier caso, he tenido que decidir. Me quedo con mi marido, el me prepara croquetas y Ventositas sólo me da placer más allá de la cordura.
Espero que sea un articulo digno del Gabinete de Pequeñas Curiosidades.
Cuídenlo como se merece.
Atentamente, una desconsolada que le gustan las croquetas.
P.D: Le gusta que lo laven con gel olor a coco. No olviden de limpiar bien entre las ventosas, se queda todo pegado.
Sí van en el metro, autobús…aconsejo transportarlo en una bolsa deportiva, es más discreto que llevarlo en brazos y ver cómo, poco a poco, se va poniendo erecto mientras gime.