
«El Entierro Prematuro» de Edgar Allan Poe
Hay cementerios solos,
tumbas llenas de huesos sin sonido,
el corazón pasando un túnel oscuro,
como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel del alma.
Hay cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido de perro,
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.
Yo veo, solo, a veces,
ataúdes a vela
zarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas,
con panaderos blancos como ángeles,
con niñas pensativas casadas con notarios,
ataúdes subiendo el río vertical de los muertos,
el río morado,
hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte,
hinchadas por el sonido silencioso de la muerte.
A lo sonoro llega la muerte
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.
Sin embargo sus pasos suenan
y su vestido suena, callado como un árbol.
Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,
pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,
de violetas acostumbradas a la tierra,
porque la cara de la muerte es verde,
y la mirada de la muerte es verde,
con la aguda humedad de una hoja de violeta
y su grave color de invierno exasperado.
Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba,
lame el suelo buscando difuntos;
la muerte está en la escoba,
en la lengua de la muerte buscando muertos,
es la aguja de la muerte buscando hilo.
La muerte está en los catres:
en los colchones lentos, en las frazadas negras
vive tendida, y de repente sopla:
sopla un sonido oscuro que hincha sábanas,
y hay camas navegando a un puerto
en donde está esperando, vestida de almirante.
Buenas noches amigos, con este poema del Maestro Pablo Neruda da comienzo nuestro programa de esta noche, un programa dedicado a la grandiosa muerte, a la santa y la maldita muerte, a la condenada, al tiempo anhelada y detestada Parca, a la incierta Suerte del destino que aflora en los corazones negros de los hombres… Inevitable, intranigente. Portadora de todos los enigmas, principio y fin de todas las dudas de la conciencia, por mil nombres llamada. Su abrazo nos abre las puertas del abismo, mitos y leyendas de todas las épocas nos la presentan de con sus mil máscaras…
Y desde que el hombre es hombre, los vestigios de la antigüedad nos obligan a presentarle nuestro respetos. 700.000 años antes de nuestra era, el llamado hombre de Pekín parecieron esbozar un enterramiento ritual, el misterio rodea a la posible incursión de uno de nuestros antecesores en la antropofagia ritual, pero ya desde el años 35.000 antes de nuestra era se tienen claras evidencias de los rituales de enterramiento, cadáveres adornados, rodeados de alimentos e utensilios… El 23.000 antes de nuestra era, estatuas dedicadas a deidades entre la vida y la muerte. Construcción de las primeras necrópolis, incineraciones, vestigios en definitiva, de una esperanza mágica en la renovación de los muertos, en la existencia de un espíritu ultraterreno… En la posibilidad de una vida ulterior a la muerte… Las culturas megalíticas, las creencias tumularias, los campos de urnas y la grandiosa muerte, tomando forma en la conciencia de un grupo de simios evolucionados… Y el miedo a cruzar esta fatídica y desconocida frontera, siempre presente, siempre hurgando en las llagas de la incertidumbre, de la soledad cósmica, de la improbabilidad de la propia existencia en un mundo que hoy se rige por los cánones de la ciencia…
La creación colectiva del mundo de ultratumba sería la consecuencia inevitable de nuestros miedos a la propia aniquilación, la necesidad de que los vivos cuiden de sus muertos, la aparición de los rituales funerarios, ceremonias que aseguren un paso adecuado al otro mundo, que permitan un consuelo, una luz al final del camino, una respuesta que desconoce la pregunta, un puente que liga este plano con los siguientes.
La muerte debió presentarse a los ojos de las civilizaciones neolíticas como la mayor demostración de los límites humanos y de la fuerza de la naturaleza, por lo que pronto se haría necesario un intento de controlarla… Mediante los ritos apropiados… Los muertos que no hubieran sido objeto del ceremonial adecuado podrían convertirse en una amenaza para la comunidad de los vivos. El hombre había descubierto la importancia de controlar su propia trascendencia.
Y qué ironía que precisamente los rituales pensados para apaciguar las iras de los muertos, para ofrecer descanso y consuelo a sus almas, se conviertan en tormento de los vivos… El maestro Edgar Allan Poe no dudó en explorar las fronteras de esta dimensión prohibida cuando en 1844 publicó en el Philadelphia Dollar newspaper nuestro relato de esta noche… El miedo al enterramiento en vida se convirtió en uno de los temores más extendidos de su tiempo, se conocieron cientos de casos reales en los que los doctores erraban la defunción del paciente. Y en efecto, los ataúdes se equipaban con complejos artilugios que posibilitasen a aquel que lo necesitara pedir ayuda en tan comprometidas circunstancias. En la Inglaterra victoriana, se fundó la «Sociedad para la prevención del enterramiento prematuro». Las creencias en el vampirismo, los cadáveres animados que descansan en su tumba durante el día y resurgen para tormento de los vivos durante la noche, tienen mucho que ver en estos miedos.
El maestro Julio Cortázar llama la atención sobre el carácter acusadamente periodístico del relato, y alude al opio, así como a los trastornos cardíacos con sensación de ahogo que provocaba en el autor, como fuentes probables del mismo… Así que no lo duden amigos, acompáñennos en nuestro viaje de esta noche, prueben en sus propias carnes el embrujo de la tumba cerrada, acomódense junto a nuestros cadáveres aparentes, y sean testigos mudos de la agonía del entierro prematuro…

Edgar Allan Poe by Jack Morefield
¿Les ha gustado el relato amigos? Una curiosa morbosidad recorría los pasajes del Maestro Edgar Allan Poe cuando su mente debió tropezarse con la idea de este relato. No obstante, ¿quien no ha meditado alguna vez sobre la inevitable llegada de la muerte? Como la inquebrantable y poderosa fuerza de la naturaleza. En la medida en que algo está sometido al tiempo se nos aparece caduco y corruptible, pero lo eterno, lo eterno no esta sometido al cambio, permanece siempre igual a sí mismo. De esta manera el mundo se revela como mera apariencia, mientras que el más allá resplandece como la verdadera realidad, la muerte, significa entonces, el comienzo de la verdadera vida… En ese trance, en ese preparativo se conjuga el arte del enterramiento, los embalsamamientos egipcios, el infra-mundo sumerio, en el que los muertos respiran cieno y se alimentan de fango, los misterios de Eleusis y el mas allá, la resurrección de la carne, los infiernos y paraísos del Islam, el cristianismo, el budismo o el induismo, las reencarnaciones, lo vedas y los libros de los muertos que rigen nuestra descontrolada anarquía ultra-terrena… Algo a lo que agarrarnos en esta desesperada incertidumbre…
No obstante, queremos llamar la atención en nuestro programa de esta noche, de una perspectiva de la muerte que no pasa desapercibida para los conocedores y estudiosos de sus múltiples facetas, la muerte mexicana, la grandiosa muerte, un tema de gran importancia dentro de su cotidianidad, ya que pocos países como éste la abrazan y se ríen de ella, la aceptan y conviven con lo que deja atrás y con el recuerdo de los que terrenalmente ya no están. A diferencia por ejemplo de los países Occidentales, la visión en México frente a la muerte es positiva e idealizada, y refleja la unión de las tradiciones indígenas junto con sus mentalidades prehispánicas, y las ideas traídas de Occidente.
Esta visión se creó gracias una serie de construcciones sociales y culturales, que hoy en día se han heredado en forma de tradición, fiesta y adoración. En el mundo indígena la vida no tenia función más alta que desembocar en la muerte; su contrario y complemento. Como diría Octavio Paz, “El mexicano la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente”. El Día de Muertos es la contraparte, fiesta popular celebrada cada dos de noviembre. Una festividad llena de colores y alegría, de risas, de arte y aceptación que simboliza toda esta cosmovisión. Esta fiesta pone al hombre en sintonía con una de las realidades más tangibles de la vida. Así nos familiarizamos con ella, recordamos a nuestros antepasados y seres queridos. Los recibimos en este día con la creencia de que los muertos vuelven del más allá por lo entre altares, músicas y fiestas.
Después de todo, y como diría el maestro Edgar Allan Poe, “a la muerte se le toma de frente y con valor, y después se le invita a una copa”.
Marisel florencia chaile
Tiene me dice en que parte del libro tiene conciencia multiple y ideologema